28/04/2024
07:39 PM

Estamos en Cuaresma

Henry Asterio Rodríguez

El Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma en la liturgia cristiana católica, un período de cuarenta días de penitencia y reflexión que culmina en la celebración de la Pascua. Esta festividad, profundamente arraigada en la tradición religiosa de nuestra iglesia, tiene una rica historia y simbolismo que ha perdurado a lo largo de los siglos. Su origen se remonta a los primeros siglos del cristianismo.

La costumbre de la imposición de ceniza se inspira en antiguas tradiciones judías y en las prácticas de penitencia descritas en el Antiguo Testamento (Num19, 1-10; 2 Sam 13, 19; Est 4,1;Dan 9, 3). En la Iglesia primitiva, los penitentes imitaban estas costumbres, cubriéndose de ceniza y vistiendo saco como señal de arrepentimiento y humildad.

El gesto de la imposición de ceniza durante la liturgia del miércoles simboliza la mortalidad y la penitencia.

Al recibirla en la frente en forma de una cruz, los fieles expresan la conciencia de su propia mortalidad y de la necesidad de arrepentirse de sus pecados con prontitud y sin tardanza. La frase que acompaña esta acción, “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, subraya la fugacidad de la vida terrenal y la importancia de la reconciliación con Dios.

Con este rito los cristianos católicos inauguramos un periodo de gracia que nos brinda la oportunidad para profundizar nuestra relación con Dios, crecer en la fe y prepararnos para la celebración de la semana mayor. Cada cristiano debe sentirse invitado a vivir estos cuarenta días como un período de renovación espiritual, dejando de lado las distracciones del mundo, para recentrarse en las realidades espirituales más profundas. Por medio de las prácticas del ayuno, la oración y la limosna, el creyente puede purificar su corazón de toda idolatría, reconciliarse con el Señor y renovar su compromiso de vivir una vida de amor, justicia y servicio.

De acuerdo al papa Francisco, en su mensaje de cuaresma de este año 2024, el amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo.

Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará”.

Que en este tiempo de Cuaresma, Dios nos conceda la gracia de la reflexión profunda, el arrepentimiento sincero y la renovación del corazón. Y así, abiertos a su amor y misericordia, podamos celebrar la Pascua del Señor con alegría y renovado fervor. ¡Buen inicio de Cuaresma!