01/04/2025
12:08 PM

Esas pequeñas cosas

Roger Martínez

Luego de escuchar a Joan Manuel Serrat cantar, ante la familia real española, su canción “Aquellas pequeñas cosas”, con ocasión de la entrega del Premio Princesa de Asturias de las Artes, no he dejado de tararear esa conocida pieza y, también, a pensar en cómo, en efecto, son esos breves momentos de la existencia, en los que encontramos particular placer, los que se instalan en la memoria y le dan sentido al paso de los años. Porque no hace falta atravesar dolorosas cuitas, que también las hay, ni protagonizar actos heroicos, para disfrutar de esas pausas vitales que nos sacan suspiros hondos y detenidos, que nos alimentan por dentro, que nos hacen darnos cuenta de que esta vida está valiendo la pena.

Dándole vueltas a la canción de Serrat he reconocido que hay tres momentos de mis días y mis semanas que espero y disfruto con particular fruición. Uno procuro vivirlo todos los días. Desde los días de pandemia, mi esposa y yo procuramos dar un paseo por la colonia en que vivimos mientras cae la noche. En esa media hora o cuarenta y tantos minutos nos ponemos al día sobre lo que nos ha pasado en la jornada de trabajo, intercambiamos información recogida por ambos sobre las venturas y desventuras de nuestros seis hijos, y hacemos planes para el futuro próximo. Los guardias, y algunos vecinos, ya se han habituado a vernos y nos saludan con familiaridad, aunque solo algunos sepan nuestros nombres. Es algo que parece intrascendente, pero nos une y potencia la necesaria comunicación que la relación conyugal exige.

Otro momento especial se da cada viernes al comenzar la noche. Entonces, mi esposa y yo nos sentamos a ver alguna película que hemos seleccionado durante la semana. Y este hecho no solo nos hace compartir una vieja afición por el cine que hemos cultivado desde recién casados, sino que da pie para posteriores conversaciones sobre actores, directores, argumentos, etc. Este día, me voy de la oficina con la ilusión de ese par de horas que me espera y que nunca me defrauda.

Luego está un momento que, también con mi esposa, procuramos vivir cada domingo. Ordinariamente vamos temprano a misa y, al regresar, yo me meto al estudio a escribir algún correo urgente y, sobre todo, a componer esta columna para La Prensa. Cuando termino, ya cerca del mediodía, Jackie se ha encargado de preparar un aperitivo que incluye una bebida espirituosa y alrededor del cual damos nuestra primera conversación de la semana.

Como ven, no son cosas extraordinarias, pero, como canta Serrat, son esas pequeñas cosas que le ponen música a la existencia.