El elegante arte de comerse a uno mismo

El canibalismo organizacional puede nacer de la envidia, pero nace principalmente del miedo.

  • Actualizado: 20 de diciembre de 2025 a las 09:25 -

No todas las organizaciones mueren por ataques externos. Algunas, las más sofisticadas, perfeccionan una técnica mucho más refinada: la autodevoración. No hacen ruido ni provocan escándalos. Simplemente se consumen por dentro, con la serenidad de quien cree estar actuando con inteligencia.

El proceso suele justificarse con palabras nobles: estrategia, supervivencia, pragmatismo. Nadie admite que está mordiendo al cuerpo que lo sostiene; se dice que solo está “cuidando lo suyo”. Y ahí comienza la ironía: cada órgano empieza a pensar que puede vivir sin el resto, que el proyecto colectivo es una carga romántica reservada para ingenuos.

El canibalismo organizacional puede nacer de la envidia, pero nace principalmente del miedo. Miedo a perder poder, figuración o comodidad. Y el miedo conduce a decisiones cortas, alianzas sin principios y silencios que se celebran como madurez. Se llama realismo a lo que en el fondo es renuncia al carácter. Lo más curioso es que quienes participan en esta autodevoración suelen considerarse brillantes. Se sienten astutos, estratégicos, adelantados. No perciben que están optimizando su supervivencia personal dentro de un sistema que ellos mismos debilitan. Afilar el cuchillo parece una gran idea, hasta que ya no queda mesa donde apoyarlo.

En empresas, instituciones, movimientos y hasta familias, el patrón se repite: cuando el propósito desaparece, el apetito manda. Ya no se pregunta qué conviene al conjunto, sino qué conviene hoy. El proyecto deja de ser un cuerpo y se convierte en botín; la visión, en excusa; la lealtad, en moneda de cambio. Marco Aurelio advertía que lo que no es bueno para la colmena no puede ser bueno para la abeja. Aun así, muchas abejas modernas se sienten más inteligentes volando solas, aunque el invierno esté cerca. Celebran pequeñas victorias individuales mientras el panal se agrieta.

La autodevoración tiene una ventaja: permite culpar a otros cuando todo colapsa. Siempre habrá enemigos externos, traiciones ajenas o circunstancias adversas. Nunca se menciona el silencioso festín interno que dejó solo huesos. Tal vez por eso algunas organizaciones no mueren: se consumen con elegancia. Y quienes creyeron ser realistas descubren, demasiado tarde, que no hay honor en sobrevivir a costa de aquello que daba sentido a estar vivos.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias