En San Pedro Sula, donde muchas pymes operan con recursos limitados y rotación constante de personal, formar talento propio puede ser la mejor inversión.
En lugar de contratar a alguien con experiencia y altas pretensiones salariales, muchos negocios están empezando a mirar dentro de su propio barrio para encontrar jóvenes con ganas de aprender, crecer y comprometerse. Esta práctica no solo fortalece al negocio, también mejora el entorno que lo rodea. Imagine una panadería que forma a su repartidor, una tienda que capacita a una joven del barrio para manejar redes sociales o un taller de costura que enseña a sus propias colaboradoras a operar máquinas industriales. Contratar del barrio significa crear una red de confianza: los empleados llegan a tiempo, cuidan su trabajo y entienden que su crecimiento está ligado al del negocio. También reduce costos de transporte, mejora la seguridad y genera lealtad a largo plazo. Formar talento no exige grandes academias. Basta con sistematizar lo que ya se sabe hacer.
Crear una guía simple, repetir tareas con paciencia y confiar en que, con práctica, la persona puede llegar a rendir igual o mejor que alguien con experiencia. Además, muchos jóvenes desempleados buscan su primera oportunidad: lo único que necesitan es alguien que les abra la puerta. Algunos podrían decir que capacitar a alguien sin experiencia toma demasiado tiempo o que es un riesgo contratar a quien no “sabe nada”.
Pero la realidad es que muchos empleados con experiencia también requieren adaptación, y no siempre traen compromiso. Formar a alguien desde cero permite moldearlo a la cultura del negocio, reducir errores por malas prácticas aprendidas y crear lealtad desde el inicio. Además, enseñar lo que ya se domina fortalece el equipo y genera orgullo en quienes lideran.
Esta estrategia también tiene un impacto social directo. Cuando un negocio local forma y contrata a su gente, el dinero circula en la comunidad, las familias mejoran su ingreso y los vecinos ven en la empresa algo más que un local: la ven como un aliado. En tiempos difíciles invertir en las personas más cercanas no solo es una decisión ética, sino también estratégica. Porque a veces, el mejor talento está más cerca de lo que pensamos.