Así, en el caso específico de las manifestaciones que apelan a las vidas negras, yo me lo imagino diciendo: “Están escuchando que se dice: las vidas negras importan. Pero ahora yo les digo: las vidas de todos los colores importan; así demostrarán que actúan como su Padre Dios que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre los que lo obedecen y no lo obedecen. Esto, pues, es necesario hacer, sin dejar de hacer aquello (cf. Mateo 5:43-45; 23:23).
Luego, cuando se le acerca un grupo de personas diciéndole con voz firme: “Maestro, estos gendarmes tienen manchadas las rodillas con sangre y merecen que se les castigue por su crueldad. ¿Tú qué dices?”, yo me lo imagino respondiéndoles: “Aquel que esté libre de errores, actitudes incorrectas, palabras hirientes, pensamientos sucios o de actos violentos, injustos, vandálicos o corruptos, que arroje la primera piedra”, para seguidamente voltearse hacia los acusados y, viéndolos directamente a los ojos, decirles: “Lo que hicieron está muy mal y tendrán consecuencias por ello.
Pero yo no los condeno. Cumplan con la sentencia que les imparta la ley y no pequen más” (cf. Juan 8:1-7). ¡Oh, cuánta injusticia, destrucción, odio y sinrazón nos escatimaríamos de tener esta perspectiva! Por eso no puedo más que asentir a estas atinadas palabras: a veces nos resulta difícil ser objetivos con nuestras relaciones, pero la meta debe ser tratar a todos igual y amarlos como nos ama nuestro Padre Dios (Cindy Hess Kasper).