Campaña turbulenta

Los atípicos acontecimientos suscitados en los inicios de la campaña electoral presagian unas elecciones generales convulsas.

Los atípicos acontecimientos suscitados en los inicios de la campaña electoral presagian unas elecciones generales convulsas, pero que, no obstante, deben encararse con una votación masiva. Nunca en comicios anteriores se había dado una tirantez, entre los adversarios políticos, saturada de violencia verbal y carente de inteligencia emocional por parte de tales actores.

Sorprende, además, que hasta la cúpula de las Fuerzas Armadas deje entrever, con sus actuaciones, que ha tomado bandera en el fragor de una batalla que no es de los militares, al identificarse plenamente con el partido en el poder, dejando a un lado su principio de apoliticidad. El pueblo ha visto cómo el jefe del Estado Mayor Conjunto, Roosevelt Hernández, trata de intimar a los medios de comunicación y a periodistas; entre ellos, al presidente del gremio, Juan Carlos Sierra; al galardonado este año con el premio Álvaro Contreras, Dagoberto Rodríguez, y a Rodrigo Wong Arévalo, a quienes acusa de “sicarios de la verdad y enemigos del Estado” sin ningún fundamento.

Con el jerarca militar hace comparsa la candidata presidencial del partido oficial, Rixi Moncada, cuando, en sus discursos divisionistas, arremete contra periodistas y medios de comunicación que salen en defensa de la libertad de expresión.

Mientras tanto, los candidatos de los partidos tradicionales, carentes de un auténtico liderazgo, se devanan en un enfrentamiento de insultos infecundos con sus adversarios en vez de presentar planteamientos serios sobre cómo piensan sacar del atolladero en que se encuentra al país, en caso de ganar las elecciones. El aspirante del conservador Partido Nacional, Nasry Asfura, se publicita como un candidato que busca llegar a Casa Presidencial con zapatos burros y se ufana de no pintarse las canas ni ponerse bótox para conquistar votos, como si para gobernar se necesitasen hormonas, no materia gris y valores morales.

Estamos de acuerdo en que no es con el físico con que se gobierna, pero es admisible que un líder presente una buena imagen para atraer simpatizantes. Recuerdo que antes del debate televisivo entre los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos, John Kennedy y Richard Nixon, este último se negó a ser maquillado aduciendo que quería que el pueblo lo viera tal como era, mientras que el demócrata accedió gustoso a que los estilistas lo retocaran. El resultado fue que el rostro fresco de Kennedy resaltó frente al semblante adusto de Nixon, pero no fue solo por esto que el demócrata ganó el debate, sino por la serenidad y la elocuencia con que rebatió a su contrincante, a quien finalmente venció en las elecciones presidenciales.

En la campaña de Honduras lo que no se vale es que se maquillen las candidaturas con discursos huecos ni se desfiguren con ofensas banales cuando el aspirante no tiene la coherencia y la inteligencia de un verdadero líder.

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