Abrazar la verdad es esencial en los tiempos que estamos viviendo. La mentira abunda por todos lados.
Como alguien bien escribió antes que mí, las mentiras en la actualidad no se limitan a ocultar cierta verdad, aspiran a hacerla desaparecer, a destruirla, imposibilitando su recobro futuro, haciendo que cierto hecho quede relegado al estatus de no haber ocurrido nunca, quede enterrado en el vacío que todo lo engulle. Nosotros tenemos dos opciones: o abrazamos la verdad, o abrazamos la mentira.
Un ejemplo que nos puede servir de ilustración es el de Judas. La Biblia dice que Satanás entró en el corazón de Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús (Lucas 22:3).
La Biblia también cuenta que Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida...” (Juan 14:6). La verdad estuvo siempre enfrente de Judas y él terminó prefiriendo las mentiras de Satanás.
De ahí que Jesús le llamara “hijo de perdición” porque nunca creyó la verdad (Juan 17:12). Lo cual entrelaza muy bien con lo que escribió el apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses 2:3 para los tiempos que estamos viviendo hoy: “[No permitan que] Nadie los engañe en ninguna manera; porque no vendrá [Jesucristo] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”.
“La agenda de Satanás es la mentira que conduce a la destrucción -escribe A. Jackson-. Podemos evitar sus formas engañosas amando a Jesús y abrazando su verdad”.
¡Ese es el punto decisivo, querido lector! No se olvide, Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Dejemos, pues, que su Palabra nos guíe y nos haga ser conocidos por nuestra diligencia en la búsqueda de la verdad, y en abrazar la verdad en lugar de la mentira.