The New York Times
Por: Patricia Cohen/The New York Times
BOLTON, Inglaterra — En la planta de lanzamisiles de MBDA en Bolton, Inglaterra, Luke Pollard, Ministro de las Fuerzas Armadas británicas, observaba mientras un ingeniero de pruebas espolvoreaba diminutas partículas microelectrónicas en la palma de su mano como si fueran polvo de hadas.
Esos son los “cerebros de los misiles”, dijo un técnico, los sofisticados componentes que permitirán que el arma encuentre y fije su objetivo.
Pollard estuvo en Bolton el mes pasado para promocionar un nuevo contrato de 118 millones de libras (158.4 millones de dólares) con MBDA, un fabricante europeo de armas, para construir seis nuevos lanzamisiles tierra-aire.
La compañía, que también tiene plantas en Italia, Francia y Alemania, contrató a 2 mil 500 trabajadores adicionales el año pasado y planea contratar a otros 2 mil 600 para finales de este año.
Los gobiernos de toda Europa, impulsados por la continua agresión de Rusia en Ucrania, esperan que un aumento de cientos de miles de millones de dólares en gasto militar impulse sus deslucidas economías. El dividendo de la paz post Guerra Fría se ha invertido: habrá menos dinero para escuelas y pensiones, pero más dinero para tanques y misiles.
Sin embargo, no está claro si un mayor presupuesto de defensa generará un crecimiento económico significativo a largo plazo, en lugar de simplemente aumentar las existencias de los fabricantes de armas.
Rearme militar
Esto no ha mermado las esperanzas. Keir Starmer, el Primer Ministro británico, prometió aprovechar lo que llamó el “dividendo de defensa”, una inversión “única en una generación” que puede crear empleos nuevos y un “enorme crecimiento en la capacidad industrial”.
En Alemania, el fabricante de armas Rheinmetall planea contratar a 8 mil trabajadores nuevos en los próximos dos años, alimentando la especulación de que una industria de defensa en expansión pueda ayudar a compensar la pérdida de empleos en el emproblemado sector automotriz del País. En Italia, la Primera Ministra Giorgia Meloni se unió el mes pasado al programa de la Unión Europea para financiar un rearme militar y se reunió con fabricantes de armas para animarlos a invertir en proyectos que también beneficiarían al sector civil.
La promesa de beneficios económicos también es una forma de contrarrestar la oposición política de los partidos de izquierda y populistas al aumento del gasto en armamento.
Los economistas estiman que cada dólar de gasto militar aumentará el producto interno bruto en 50 centavos. Los réditos del gasto en educación o infraestructura tiende a ser mucho mayor y genera un crecimiento mayor que la inversión inicial.
Los grandes beneficios económicos del gasto militar sólo se producirán en el futuro, dicen los economistas, si se invierten importantes sumas de dinero en investigación y desarrollo que finalmente llegan al sector civil.
“No hay nada bueno en tener que comprar un tanque en lugar de construir una escuela”, afirmó Kenneth Rogoff, profesor de economía en la Universidad de Harvard.
Lo que impulsa el crecimiento son los avances tecnológicos y derivados que resultan de mayores inversiones en áreas como la inteligencia artificial, la industria aeroespacial y los semiconductores. Es más, los investigadores han descubierto que un mayor gasto público en investigación y desarrollo relacionados con la defensa impulsa al sector privado a invertir más en su propio sector.
©The New York Times Company 2025