Por: Alisha Haridasani Gupta/The New York Times
Una tarde reciente, las oficinas de un edificio en el Midtown de Manhattan resonaban con el sonido de máquinas de coser. Tijeras, rollos de tela y luces de neón que decían “corta y cose” adornaban las paredes, y alfileteros en forma de tomate salpicaban los espacios de trabajo. Docenas de personas de todas las edades —preadolescentes y adolescentes, recién graduados universitarios y maestras en los últimos días de sus vacaciones de verano— llenaban el amplio espacio del Centro de Costura de Nueva York, aprendiendo con ahínco a confeccionar bolsas y ropa.
“Recomendaría un elástico más resistente”, dijo Emily Klug, profesora del centro, mientras sostenía los pantalones verde militar toscamente cortados de una alumna. La pretina estaba arrugada de un lado, y la causa era una banda elástica demasiado estrecha. En un rincón, una alumna terminaba unos pantalones cortos de lunares. En otro, un corsé negro cobraba vida.
El Centro de Costura de Nueva York fue fundado hace 11 años por la ex diseñadora de moda Kristine Frailing, y lo que antes ocupaba un pequeño rincón en el mismo edificio ahora llena dos pisos. El centro ahora ofrece talleres intensivos de costura de día completo, cursos nocturnos, talleres de bordado y clases sobre los fundamentos de hacer ajustes.
Clases
La demanda de clases había sido consistente, comentó Frailing, de 42 años, y “cada año necesitaba un espacio más grande”.
Sin embargo, este año el interés ha sido “tremendo”, dijo Frailing, con un aumento del 75 por ciento en ingresos en comparación con el año pasado. En marzo, el centro se expandió más allá del distrito textil de Manhattan con una segunda sucursal en Brooklyn, donde DJs tocan mientras los alumnos cosen, y un cartel en el exterior del edificio dice “¡Regresa la costura!”. En diciembre abrirá una tercera sede en Nueva Jersey.
Este aumento de actividad en el centro de costura representa una pequeña muestra hiperlocal de una tendencia más amplia en la que el anhelo por las manualidades y la comunidad en todas las edades ha impulsado un resurgimiento en el interés por las habilidades prácticas tradicionales como el tejido a gancho, el tejido a dos agujas y el bordado. En Reddit, la comunidad del subreddit de costura cuenta con más de 2 millones de miembros, y las comunidades en torno al tejido a gancho o el punto de cruz son igualmente populares. En TikTok, los usuarios comparten consejos sobre cómo crear la pinza perfecta en un pantalón o reutilizar cortinas o ropa de cama para hacer vestidos.
La mayor incertidumbre económica podría ser una de las razones por las que más estudiantes que en años anteriores se están inscribiendo en clases, afirmó Frailing, y muchos señalan que aprender a confeccionar su propia ropa o darle nueva vida a sus hallazgos de tiendas de segunda mano les ayudaría a ahorrar dinero. Aproximadamente un tercio de las compras de ropa en Estados Unidos durante el último año fueron de segunda mano —un aumento respecto a años anteriores— en gran parte porque los consumidores buscan ahorrar dinero, de acuerdo con un reporte reciente de Capital One.
“Definitivamente es terapéutico”, dijo Alyssa Cioffi, de 17 años, quien comenzó a coser a los 12. “Encontré una máquina de coser en mi ático, y es curioso porque nadie en mi familia cose; planeaban aprender. Así que la tomé y comencé a aprender a usarla”.
Cioffi se estaba confeccionando una falda morada como parte de un disfraz, inspirado en Twilight Sparkle, un personaje de “My Little Pony”, que planeaba usar en una convención de anime en Nueva York este año.
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