Por: Yola Mzizi/The New York Times
La semana anterior a la apertura de Morning Jays, Nate Crawford y Justen Lambert entran en acción.
Primero, elaboran un menú con tres platillos dulces de Crawford y tres salados de Lambert. Cuarenta y ocho horas antes, visitan múltiples supermercados —sus selecciones suelen incluir ingredientes de temporada— y se lanzan a preparar, picar, probar y ajustar sobre la marcha.
El sábado, se levantan al amanecer, peleando espacio en el horno, preparando café y decorando, mientras sacan vasos para llevar con el logo azul de Morning Jays. Luego se ponen camisetas con la marca y esperan a sus comensales.
Sin embargo, no son clientes que pagan; son amigos y familiares. Porque Morning Jays no es un café de verdad. Es un departamento en Des Plaines, Illinois, diseñado para parecerlo
Para Crawford y Lambert, lo que empezó como una forma de probar recetas para su objetivo de abrir un puesto de desayuno en un mercado campesino se ha convertido en un café en un departamento.
“Ofrece más hospitalidad que un restaurante clásico”, dijo Lambert, de 33 años, creador de recetas. “Es más acogedor, más íntimo”.
Cafés improvisados
Lambert y Crawford, de 30 años, fotógrafo y creador de contenido, se han sumado a la creciente tendencia en redes sociales de personas que transforman sus hogares en cafés improvisados, destacando bebidas especiales, letreros y una variedad de productos horneados.
Victoria Lauren Da Silva, de 26 años, profesional de mercadotecnia y creadora de contenido, y Kate McDevitt, también de 26 años, directora de producción cinematográfica, comenzaron a realizar cafés en sus casas para conectar después de que algunos de sus amigos se mudaron de Montreal después de la universidad.
Han empleado sus reuniones mensuales, que llaman Saturday Cafe, para conocer gente nueva, invitando a amigos, ex compañeros de trabajo y conocidos, y exhortando a los invitados a traer a alguien.
“La gente anhela comunidad hoy quizás más que nunca”, dijo Da Silva.
Da Silva opera una página en Instagram donde comparte fragmentos de eventos pasados, así como un boletín informativo llamado The Saturday Paper. Estas iniciativas han generado oportunidades reales. La pareja ha organizado eventos pop-up en todo Montreal, incluyendo uno en Pas Mon Style, un estudio de cerámica, que ofreció un taller de cerámica Saturday Cafe abierto al público. Esta colaboración llevó a una línea de tazas de la marca, que venden como souvenirs.
McDevitt cree que la tendencia ha despegado debido a la creciente inflación y al desorbitado costo de comer fuera.
En junio, Ryan Nordheimer dejó su trabajo corporativo para convertirse en creador de contenido gastronómico de tiempo completo. Ahora celebra un café temático en su departamento neoyorquino una vez al mes. En julio, el tema fue el verano de Nueva Inglaterra, con un menú que incluía rollitos de langosta y pastel de fresas.
Faye Abad, de 27 años, fotógrafa y videógrafa freelance en Bristol, Inglaterra, ve el concepto como una forma divertida de reunirse que no involucra alcohol ni gasto excesivo. En abril, celebró un café en su departamento en lugar de organizar una fiesta para el cumpleaños de su hermana menor. Reclutó a amigas para ayudarla, y trajeron bocadillos y repostería. Calcula que gastó sólo unos 130 dólares.
Abad comentó que los cafés caseros ofrecen a la gente la oportunidad de dar un giro romántico a la mundana idea de comer en casa.
“Al despertar, preparas tus lattes y tu desayuno”, dijo. “Técnicamente, ese es un café casero”.
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