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Mictlán, la leyenda que refleja el festejo del Día de Muertos

  • 26 octubre 2019 /

¿A dónde van nuestras almas al fallecer? Según la mitología mexica, el Mictlán es un recorrido por el inframundo que hacen quienes fallecen por causas naturales. Un viaje de 4 años por nueve regiones.

    México.

    Los mexicas, el pueblo indígena dominante de la época prehispánica mexicana, viajaban después de morir a través de las nueve regiones del inframundo, el Mictlán, una leyenda que representa la base del festejo moderno del Día de Muertos, celebrado el 1 y 2 de noviembre.

    Las etapas que los “simples mortales” tenían que superar para alcanzar el descanso eterno, pues los niños, mujeres y guerreros iban directamente al cielo, están representadas en una exhibición en la Plaza de las Tres Culturas, al norte de la Ciudad de México, cuenta Mauricio Mercado, uno de los dos creadores de la muestra.

    “Todos los demás teníamos que hacer un recorrido y cruzar nueve niveles que nos iban a llevar al descanso de nuestras almas, le decían el ‘tonalli’, que es nuestra alma. Entonces, ese paso era superar los niveles del inframundo para llegar a ese punto donde se descansaba porque ya no había sensación alguna”, explica el artista.

    dia de muertos

    Xoloitzcuintli.El vocablo viene de dos palabras en lengua náhuatl: Xólotl (dios del ocaso y de la muerte) y itzcuintli (perro). Según la creencia, el perro de Xólotl había sido creado por el dios para proteger a los vivos y guiar las almas de los muertos a través del peligroso Mictlán, el inframundo.

    Para los mexicas, el Mictlán era el lugar de los muertos, donde los fallecidos atravesaban durante cuatro años por un proceso de “desapego” porque dejaban el cuerpo y las emociones a su paso por las nueves regiones existentes para alcanzar la paz, comenta Mercado, originario de Ciudad de México.

    Los distintos niveles eran obstáculos que las personas debían superar, lo que en la exhibición está representado con alebrijes de hasta tres metros y medio de altura, como se le conoce a un tipo de artesanías originarias de México que se fabrican con cartón y se pintan de colores llamativos.

    En el primer nivel había un río que las personas cruzaban con ayuda de un xoloitzcuintle, un perro sin pelo emblemático de México, que solo auxiliaba a quienes habían tratado bien a los animales en vida, según Mercado.

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    El difunto debía llevar algunos amuletos y pertenencias; dos oficiales se las colocaban: 'Veis aquí con que habéis de caminar, y se las ponían entre las mortajas, y así amortabajan al difunto con sus mantas y papeles..., poniéndolos ordenadamente ante él, diciendo; Veis aquí con que habéis de pasar en medio de dos sierras que están encontrándose una con otra ; y más le daban al difunto otros papeles, diciéndole: Veis aquí con que habéis de pasar el camino donde está una culebra guardando el camino. Y más daban otros papeles diciendo: Veis aquí con que habéis de pasar a donde está la lagartija verde, que se dice xochitonal, y más decían al difunto: Veis aquí con que habéis de pasar ocho páramos; y más

    Después, se metían a cuevas, escalaban montañas de obsidiana, resistían fríos vientos, perdían la fuerza de gravedad, recibían flechazos, un jaguar les abría el pecho para comerse su corazón y llegaban a una laguna de aguas negras antes de alcanzar la novena etapa.

    “El último nivel representa el paso de nueve ríos. Era como encontrarse con todas las emociones y dejar todas esas partes atrás y como de cierta purificación. El agua significa vida, pero también de alguna manera pureza. Entonces se llegaba al lugar donde ya se descansaba”, indica el artista.

    Una vez terminado el viaje, el muerto podía presentarse ante Mictlantecutli (Señor de la muerte) y Mictecacihuatl (Señora de la muerte). Estos dioses del Mictlán comparten la función de regir y administrar a los que han muerto. En este lugar de la muerte, según la mitología, no existían puertas y ventanas. El México antiguo no temblaba ante Mictlantecutli; lo hacía ante esa incertidumbre que es la vida del hombre, la llamaban Tezcatlipoca (los dos significados más aceptados para esta palabra son: Los brujos y Dios de la noche. Este dios representa la maldad y fue una de las deidades más temidas del México prehispánico).

    Entre las culturas prehispánicas, la vida y la muerte formaban una dualidad: una no podía existir sin la otra, es decir, la muerte era parte de la vida. Por eso, bastantes civilizaciones tenían rituales dedicados a la muerte al final del ciclo de cosecha del maíz (final de la temporada de lluvias), que más o menos ocurría en octubre o noviembre. Por ejemplo, en el centro de México se celebraban Miccailhuitontli (“La fiesta de los muertos pequeños”) y Huey Miccailhuitl (“La fiesta de los muertos grandes”).

    EL ORIGEN DEL FESTEJO

    La leyenda del Mictlán es el “parteaguas” para la celebración del Día de Muertos, una de las tradiciones más importantes y significativas de la identidad mexicana, expone el otro artista responsable de la obra, Benito Fu Chang, originario del oriental estado de Veracruz.

    “La historia y la leyenda básica de los mexicas es la del Mictlán. Posteriormente, la tradición de Día de Muertos como la conocemos ya es una mezcla de religión y tradición, pero lo básico es la leyenda del Mictlán”, detalla el maestro artesano.

    La tradición mexicana del Día de Muertos ha fascinado a extranjeros porque es un festejo de la vida y una forma de recordar a los seres queridos que han fallecido, mencionan los artistas.

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    AlebrijesLos artistas han montado varias obras en la Plaza de las Tres Culturas. Los distintos obstáculos que los mixtecas debían superar en su viaje al Mictlán, han sido representado con alebrijes de hasta tres metros y medio de altura, como se le conoce a este tipo de artesanías fabricadas con cartón y se pintan de colores llamativos.

    Sin embargo, Fu Chang añade que otro de sus atractivos es que muestra que los indígenas prehispánicos, en su cosmovisión de la muerte, compartían rasgos comunes con otros pueblos.

    “En todas las culturas existe ese misterio. Se habla del purgatorio, del infierno, de todo eso también. En otras partes, como en la Divina Comedia (del escritor italiano Dante Alighieri), se repite. No es exactamente lo mismo, pero se trata de superar varias pruebas y de una purificación”, precisa el artesano.

    En la inauguración de la exhibición, Alfonso Suárez del Real, secretario de Cultura de Ciudad de México, destacó la importancia de exponer la obra en Tlatelolco porque fue ahí donde el conquistador Hernán Cortés fundó la capital de la llamada “República de Indios” en 1524.

    “Es por ello que tenemos tanto la iglesia de Santiago de Tlatelolco, como su Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, en donde los mexicas de clase dirigente fueron educados y evangelizados y es ahí donde tenemos noticias puntuales de este trasiego del alma en pena”, explicó.

    El xolo, perro acompañante

    Según las primeras evidencias arqueozoológicas que se tienen, el xolo -como se le conoce cariñosamente- estuvo presente en el centro y occidente de México desde el siglo V D.C., contó Raúl Valadez, responsable del laboratorio de paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México ( Unam).

    Fue con la llegada de los españoles a lo que hoy se conoce como México en 1519 cuando el xoloitzcuintle comienza a ser perseguido y marginado por la religión católica, especialmente en las ciudades. Esto se debe a que “estos perros pelones eran los favoritos para hacer ceremonias y ritos” de los mexicas.

    En ellos “se buscaba pedir a los dioses el apoyo para que hubiera lluvia, para que hubiera un buen año agrícola”.

    Además, estos perros eran compañeros de los difuntos, y estaban presentes en tumbas y entierros, pues se han encontrado esqueletos completos de estos perros junto a osamentas de humanos.

    En un ámbito más global, el perro se hizo famoso luego de que la película de animación “Coco” (2017), basada en la tradicional festividad mexicana del Día de Muertos lo mostrara como el fiel compañero que acompaña a su protagonista.

    sincretismo de dos culturas

    En Europa, en el siglo XI, el abad de Cluny (en Francia) propuso la celebración de todos los santos el 1o de noviembre. En el siglo XIII fue aceptada su propuesta por la Iglesia católica. En el XIV se agregó el 2 de noviembre al calendario para orar por los fieles difuntos (los católicos del mundo).

    En algunas partes de España, en el 1 de noviembre se llevaban alimentos a la iglesia para que fueran bendecidos y luego se ponían en casa, en la “mesa del santo”, frente a la imagen del santo predilecto de cada familia o región.

    Cuando los españoles conquistaron América, trayendo consigo su religión, prohibieron los cultos indígenas a los muertos, pero al final muchas costumbres, creencias y celebraciones de estos pueblos se fueron mezclando con tradiciones y creencias católicas a lo largo de los años. Fue una manera de aceptar las creencias de los otros, pero sin abandonar del todo las propias.

    Así, la actual tradición mexicana del Día de Muertos tiene un origen profundamente indígena, con raíces en creencias prehispánicas y europeas (católicas), y es una expresión de la idea del retorno de las ánimas de los difuntos al mundo de los vivos para visitarnos a nosotros, su familia, y nutrirse de los alimentos y recuerdos que les ofrecemos en los altares.

    Destinos para los muertos

    En la cosmovisión mexica la forma de la muerte era un factor fundamental para el destino que le deparaba al espíritu del difunto. Los destinos eran cuatro lugares:
    1- Casa o cielo del sol: Estaba destinado a los guerreros muertos en combate o capturados para el sacrificio, así como para las mujeres muertas dando a luz por primera vez, que se consideraba como un combate. A los cuerpos de los guerreros como al tlatoani (gobernante máximo) se les acostumbraba quemar.
    2- Tlalocan: Conocido como el lugar de constante verano donde las plantas siempre estaban verdes, se destinaba a todos los que morían en relación con el agua.
    3- Mictlán: Era el sitio adonde iban los que morían de cualquier otra forma de muerte no asociada a la guerra y el agua.
    4- Chichihualcuauhco: Donde residían los niños muertos prematuramente, un árbol nodriza amamantaba a éstos hasta que se les destinaba volver a nacer.