China recibió hoy al año del 'mono de fuego' con numerosos festejos en la capital y en el resto del país, que espera que el nuevo signo lunar traiga la buena fortuna con la que le define el zodiaco.
Desde poco después del amanecer, decenas de budistas llegaban hoy al Templo del Lama en Pekín para rezar junto a los monjes tibetanos que lideran la ceremonia el día de Año Nuevo Lunar, cuando los devotos de los distintos credos que se siguen en China llenan los centros religiosos.
Cerca, en el Templo de la Tierra, la espiritualidad daba paso a una mezcla de tradición y pura celebración, con rituales de la época imperial y danzas clásicas, como la del león, representadas en medio de un parque lleno de variopintos puestos de feria, con todo tipo de alimentos y juegos para niños.
Los monos de fuego se encuentran en todas partes como parte de los festejos del Año Nuevo.
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Un amplio repertorio del que disfrutaron los decenas de miles de pequineses y visitantes que se acercaron hoy en masa a celebrar, casi siempre en familia, la entrada de un nuevo año lunar, también entre fuertes medidas de seguridad ante las aglomeraciones y la afición de la población a lanzar fuegos artificiales en días señalados.
Desde anoche, cuando tuvo lugar la llamada 'Nochevieja china', los ciudadanos del país han estado usando petardos y fuegos artificiales de forma incesante, incluso por la noche, un hábito que encuentra sus raíces en que el fuego ahuyenta la mala fortuna, según la leyenda, y que suele disparar los índices de contaminación.
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Además de utilizar la pólvora para alejar la mala suerte, los chinos acostumbran a repartir fortuna entre sus seres queridos metiendo dinero en los 'hongbao' ('sobre rojo'), una tradición adaptada ya a la era tecnológica, con la posibilidad de enviar versiones digitales a través de aplicaciones de móvil.
Quizás uno de los frutos más plausibles del año del 'mono' es que ayude a traer más nacimientos al país gracias a considerarse un signo propicio para ello, una necesidad de primer orden para China, que se enfrenta a graves obstáculos demográficos, como el envejecimiento de la población o la desproporción entre géneros.