Los Ángeles, Estados Unidos.
La casa de David y Louise Turpin, donde la policía encontró a sus 13 hijos confinados, estaba registrada en California como una escuela privada que nunca nadie supervisó.
Sandcastle Day School aparece aún en el sitio del Departamento de Educación de California como una institución “activa” ubicada en la ciudad de Perris, que enseña del primero a duodécimo grado. Y David Turpin, detenido junto a su esposa Louise bajo sospecha de abuso y tortura infantil, era el director.
Seis de sus hijos eran los únicos estudiantes, cada uno en un grado diferente: del quinto al duodécimo.
Los vecinos coincidieron en que, si bien la familia Turpin era bastante rara y los niños tímidos y callados, nunca vieron nada que los alarmara lo suficiente para llamar a las autoridades. Muchos ni siquiera sabían que tenían 13 hijos, mucho menos que algunos eran encandenados a muebles. De hecho, la policía dijo que nunca recibió ninguna denuncia sobre esta residencia hasta que lo hizo la hija Turpin de 17 años, que logró escapar y llamar al servicio de emergencia.
Pero al ser una escuela, ¿no requería algún tipo de supervisión? “Bajo la ley de California, escuelas privadas y caseras tienen que registrarse en el estado”, indicó ayer el departamento regional de Educación (CDE), en un comunicado, “pero el CDE no las aprueba, monitoriza, inspecciona o supervisa”.
La oficina de Educación del condado de Riverside, donde queda Perris, dijo al canal CBS que su foco son únicamente las escuelas públicas y autónomas (Charter). De forma que sin supervisión alguna la Sandcastle funcionaba tranquilamente en esta casa del horror, ubicada en un barrio de clase media al que los Turpin llegaron en 2014.
Los confinados tenían entre dos y 29 años pero estaban tan demacrados que parecían de menores de edad. La joven de 17 que hizo la denuncia, por ejemplo, parecía de 10 años.
Érica Carmona, que vive a tres casas, llegó a pensar una vez que esos chicos estaban secuestrados, después de que una vez que vio a algunos de ellos con la madre.
“Delgados, tristes, como agachados, sin querer mirar, pensé que tenían una condición especial; una vez me dije ‘capaz están secuestrados’”, dijo esta mujer de 34 años, madre de tres niños. Pero rápidamente se respondió: “¿Cómo crees? Esa es mi cabeza volando”.
La casa de David y Louise Turpin, donde la policía encontró a sus 13 hijos confinados, estaba registrada en California como una escuela privada que nunca nadie supervisó.
Sandcastle Day School aparece aún en el sitio del Departamento de Educación de California como una institución “activa” ubicada en la ciudad de Perris, que enseña del primero a duodécimo grado. Y David Turpin, detenido junto a su esposa Louise bajo sospecha de abuso y tortura infantil, era el director.
Seis de sus hijos eran los únicos estudiantes, cada uno en un grado diferente: del quinto al duodécimo.
Los vecinos coincidieron en que, si bien la familia Turpin era bastante rara y los niños tímidos y callados, nunca vieron nada que los alarmara lo suficiente para llamar a las autoridades. Muchos ni siquiera sabían que tenían 13 hijos, mucho menos que algunos eran encandenados a muebles. De hecho, la policía dijo que nunca recibió ninguna denuncia sobre esta residencia hasta que lo hizo la hija Turpin de 17 años, que logró escapar y llamar al servicio de emergencia.
Pero al ser una escuela, ¿no requería algún tipo de supervisión? “Bajo la ley de California, escuelas privadas y caseras tienen que registrarse en el estado”, indicó ayer el departamento regional de Educación (CDE), en un comunicado, “pero el CDE no las aprueba, monitoriza, inspecciona o supervisa”.
La oficina de Educación del condado de Riverside, donde queda Perris, dijo al canal CBS que su foco son únicamente las escuelas públicas y autónomas (Charter). De forma que sin supervisión alguna la Sandcastle funcionaba tranquilamente en esta casa del horror, ubicada en un barrio de clase media al que los Turpin llegaron en 2014.
Los confinados tenían entre dos y 29 años pero estaban tan demacrados que parecían de menores de edad. La joven de 17 que hizo la denuncia, por ejemplo, parecía de 10 años.
Érica Carmona, que vive a tres casas, llegó a pensar una vez que esos chicos estaban secuestrados, después de que una vez que vio a algunos de ellos con la madre.
“Delgados, tristes, como agachados, sin querer mirar, pensé que tenían una condición especial; una vez me dije ‘capaz están secuestrados’”, dijo esta mujer de 34 años, madre de tres niños. Pero rápidamente se respondió: “¿Cómo crees? Esa es mi cabeza volando”.