Hollywood ha convertido a Las Vegas en el símbolo mundial del juego, un paraíso de casinos, luces de neón y cartón piedra que esconde tras su fachada de tentaciones una lucrativa industria de apuestas que ha llevado a la perdición a más de uno. Por algo le llaman “la ciudad del pecado”.
Más 200 mil máquinas tragaperras y 1,700 establecimientos con licencia para el juego dan forma a esta calurosa urbe que, sorprendentemente, es el lugar perfecto para superar la ludopatía.
Al amparo de ruletas, póquer y black jack, se ha desarrollado el mayor entramado de servicios del país para rehabilitar al adicto a las apuestas gracias a organizaciones como The Problem Gambling Center, PGC. “Irónicamente éste es uno de los mejores sitios del mundo para dejar atrás el juego”, comentó el fundador de PGC, Robert E. Hunter.
“Tenemos el mejor tratamiento, mi clínica es una referencia y hay cerca de un centenar de reuniones a la semana de instituciones como Jugadores Anónimos. Una cifra inigualable en EUA. Aquí hay más gente que quiere ayudarte a que te recuperes que en ningún otro lugar”, aseguró Hunter.
Este psicólogo clínico es heredero directo del célebre psiquiatra Robert L. Custer, pionero en el estudio de la ludopatía y responsable de que fuera reconocida como enfermedad mental por la Asociación Americana de Psiquiatría en 1980. Hasta entonces la consideraban una aberración del comportamiento.
Tratamiento para adictos
En 1987, Custer y Hunter inauguraron un programa para el tratamiento de adictos al juego en el Charter Hospital de Las Vegas, que sirvió de antecesor del PGC.
“Lo que hacemos ahora es una evolución directa de aquello”, dijo Hunter, quien explicó que los pacientes se someten a seis semanas intensivas con reuniones con otros jugadores, asesoramiento de ex adictos y educación sobre el problema.
“Voy a una pizarra y dibujo su cerebro. Reacciona diferente el de un jugador al de uno que no lo es. La última parte del tratamiento es la emocional, la más importante. Es cuando el jugador se enfrenta con el sentimiento de pérdida, de dolor, es muy intenso”, comentó.
Una vez concluido ese proceso de desintoxicación, los pacientes continúan bajo supervisión durante años. Un duro proceso en el que resulta casi irrelevante que la ciudad respire juego por los cuatro costados.
Recaídas
“Es fácil recaer, como en otras adicciones, pero no creo que sea porque Las Vegas está lleno de casinos. No pienso que la exposición a la tentación haga que la gente vuelva a engancharse. Creo que el individuo debe querer estar en recuperación”, dijo Hunter.
El psicólogo comparó la ludopatía con el alcoholismo e insistió en que un ex alcohólico tiene que convivir diariamente con la bebida, como “cuando va al supermercado a comprar el pan y eso no tiene por qué hacerlo recaer”.
Así, la parafernalia de luces y sonidos de Las Vegas resulta poco efectiva como cebo para los ludópatas. “El diseño de las máquinas, las campanas y los silbatos son accesorios para mis pacientes, según dijeron en reuniones de grupo. Un hombre comentó que jugaría incluso si le ponían las máquinas en la calle, con pantallas en blanco y negro y sólo las encendían en días ventosos”, apuntó Hunter.
“Las luces son para quienes no son adictos, para tentarles a perder diez dólares. Eso no los afecta porque están muy concentrados”, añadió este experto que rechazó culpar a los casinos del problema, porque sería igual que responsabilizar del alcoholismo a los fabricantes de bebidas.
“Jugar no es una mala actividad en sí. El problema está en la persona, no en el producto”, sentenció.
Una tesis que sostiene Lori Ann Flores, una madre de familia que entró en el programa de rehabilitación hace dos años y colabora con la clínica PGC.
“Pensé que nunca podría escaparme de los casinos, pero con el tiempo me di cuenta de que éste era el lugar más seguro para mí”, afirmó esta mujer que en su treintena ha pasado ya por la cárcel por culpa de su adicción, que la llevó a robar en su empresa para pagar su vicio.
Flores reconoce que la tentación sigue estando ahí fuera, pero ya no es una opción. “Cuando empecé en los 90 apostaba centavos y gané rápidamente. Primero mil, luego 5,000 dólares e iba cambiando, buscando mayores beneficios y fue divertido. Al final ya jugaba simultáneamente en tres máquinas y no me podía ir con dinero en el bolsillo”, explicó Flores, quien llegó a perder en un día hasta 30,000 dólares.
Uno de los colectivos que más conviven con la tentación de jugar es el de los empleados de los casinos, pero Hunter aseguró que es posible ser un ex adicto y trabajar en ese sector.