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Regalo del mar para los pescadores de La Ceiba en septiembre

  • Actualizado: 04 septiembre 2011 /

Agosto y septiembre son los meses más esperados por los pescadores que utilizan las redes de tipo “chinchorro” para hacer grandes capturas.

Agosto y septiembre son los meses más esperados por los pescadores que utilizan las redes de tipo “chinchorro” para hacer grandes capturas de jurel, una apetecida especie de pez que en esta temporada llega a las orillas en busca de alimento.

Desde temprano, los intrépidos pescadores “se toman” la playa para comenzar la danza del remo en el cayuco, unos con dirección a La Ceiba y otros a Sambo Creek con tres objetivos bien definidos: localizar, cercar y capturar a los esquivos jureles.

Frente a la aldea garífuna de Sambo Creek es frecuente ver los jureles comiéndose a los pececillos conocidos como “el fray”, en un espectáculo que permite ver cómo las aguas se agitan con el aleteo de los enormes peces de torso azulado.

El intento de capturarlos a veces resulta infructuoso. Por eso es posible ver a las cuadrillas de pescadores, al final de una jornada de tres a seis horas, regresar desilusionados con sus cayucos vacíos.

Mitos o realidades

Uno de los mitos que más suelen comentar los pescadores es que, si algún tripulante de la embarcación tiene una mujer embarazada, los peces no serán capturados jamás.

“¿Alguien tiene alguna mujer preñada aquí que se volvieron a ir esos jureles? Si ya los teníamos adentro del chinchorro. Déjense de pajas”, dijo con tono molesto el capitán de uno de los tantos cayucos, en los que se saboreó el trago salado del mar porque no hubo peces que traer a tierra firme. “No creo en ese cuento. Si no se ponen vivos, los jureles se van por cualquier hoyito que dejen sin cubrir.

Se trata más de destreza que de panzas o suerte”, dijo entre risas Pedro James, que observaba uno de los tantos intentos infructuosos de sus compañeros frente a las costas de La Ceiba.

Rápida captura y venta

Finalmente llegó el día esperado. Fue una de esas mañanas de cierre de mes, cuando los peces fueron avistados a un kilómetro de la aldea, en la ruta a La Ceiba.

Esta vez no hubo falla. El cierre fue perfecto, las coordinaciones fueron adecuadas y el resultado no fue de al menos 120 especímenes atrapados en las redes.

Santos Güity regresó a la comunidad con una sonrisa de oreja a oreja: cumplieron la misión y sólo quedaba poner los peces a la venta y dar a los oriundos del lugar la oportunidad de saborear la roja carne de los pescados, que por lo general se preparan con machuca, la tradicional comida garífuna.

Al llegar a tierra firme, Güity es asediado por los amantes del delicioso jurel, un pez graso de cuerpo carnoso. Las faenas han sido fructíferas, aunque las cálidas temperaturas del agua las hacen complicadas.

Se espera que las lluvias de los próximos meses sirvan para atraer más peces a las costas del Atlántico.