San Pedro Sula, Honduras.
En los últimos seis meses, Manuel Fernández (20) ha entregado más de diez currículum y ha asistido a unas cinco entrevistas, pero, hasta el sol de hoy, ninguna de las empresas lo ha llamado para darle un trabajo.
Fernández, egresado de Comercio, ha estado pensando que “lo mejor sería cambiar en el currículum el lugar de residencia”. Él está plenamente seguro que por vivir en Chamelecón es descartado por las empresas.
“Muchos jóvenes están haciendo eso. Cuando les preguntan adónde viven dicen otro lugar, no mencionan el nombre Chamelecón para evitar problemas”, dijo Fernández, quien no estudia ni trabaja (es un “nini”).
Chamelecón, uno de los sectores más poblados de San Pedro Sula, con más de 130,000 habitantes, está pagando las consecuencias por haberse convertido entre 1990 y 2000 en semillero de pandilleros.
Durante dos décadas, este populoso sector ha sido escenario de sangrientos enfrentamientos entre las maras 18 y MS, dos organizaciones que aún tienen dividida la zona en feudos de droga que defienden a muerte.
Óscar Mauricio Álvarez, coordinador de catequesis de la iglesia católica Santa Ana, considera que “Chamelecón no es una zona tan conflictiva como muchos creen”.
“Ahora hay más seguridad, hay vigilancia de la Policía Militar, Policía Nacional y la Iglesia ha estado haciendo conciencia y apoyando a los jóvenes. Por ejemplo, Chamelecón Centro está libre de conflictos”, dijo.
Álvarez está constantemente en contacto con los jóvenes y diariamente escucha lamentos y quejas porque “gran parte de ellos no encuentra trabajo por el simple hecho de vivir en Chamelecón”.
“Las empresas no deberían discriminar a los jóvenes de Chamelecón. Aquí hay gente inteligente y honesta que tiene necesidad de un trabajo”, dijo.
Algunos jóvenes que se han visto forzados a mentir, a decir, que no viven en Chamelecón, han logrado colocarse en algunas empresas; sin embargo, al poco tiempo han sido despedidos.
Tras ser discriminados o despedidos, estos jóvenes tienen al menos tres opciones: cambiar de domicilio, emigrar a Estados Unidos o sumarse a una de las dos maras. La Iglesia Católica, que cuenta con más de 21 templos en el sector, ha intensificado los esfuerzos para apoyar a estos “ninis” excluidos.
Hasta la Iglesia sufre
El padre Luis Estévez, rector de la parroquia Santísima Trinidad, de Chamelecón Centro, indicó que el nivel de discriminación es tan extremo que hasta ellos mismos la experimentan en carne propia.
“Un joven es discriminado por las empresas con solo decir que es de Chamelecón. Me atrevo a decir que cuando nosotros solicitamos ayuda a las empresas para la iglesia tampoco somos apoyados por esa misma razón”, ejemplificó el cura.
Esa institución, representada por el presbítero Estévez, exhorta al Gobierno a invertir en desarrollo social e impulsar la creación de pequeñas empresas que permitan suplir la necesidad del empleo.
“La empresa privada puede invertir en esta zona, puede poner restaurantes de comida rápida con trabajadores de aquí. En Chamelecón hay bancos y no tienen problemas”, argumentó el padre Estévez.
Otra porción de jóvenes (los que desean estudiar) se encuentran con un problema mucho más grave: corren el riesgo de morir si cruzan los límites fronterizos de las maras.
La frontera conflictiva, impuesta por las dos maras, justamente atraviesa la zona donde se encuentran el instituto Modesto Rodas Alvarado y el Centro de Capacitación Técnica Chamelecón.
Los jóvenes “ninis” que viven en la zona controlada por la MS corren un alto riesgo si ponen un pie en la zona de la 18. Muchos prefieren quedarse en sus casas y no matricularse en ninguno de los dos institutos.
El Instituto Hondureño de Educación por Radio (IHER), iniciativa de la Iglesia Católica, ofrece el bachillerato en Humanidades a distancia a los jóvenes que son limitados por esa frontera. “Somos una alternativa para esos jóvenes que desean superarse”, dijo Gerlin A. Zúniga, coordinador de IHER.
En los últimos seis meses, Manuel Fernández (20) ha entregado más de diez currículum y ha asistido a unas cinco entrevistas, pero, hasta el sol de hoy, ninguna de las empresas lo ha llamado para darle un trabajo.
Fernández, egresado de Comercio, ha estado pensando que “lo mejor sería cambiar en el currículum el lugar de residencia”. Él está plenamente seguro que por vivir en Chamelecón es descartado por las empresas.
“Muchos jóvenes están haciendo eso. Cuando les preguntan adónde viven dicen otro lugar, no mencionan el nombre Chamelecón para evitar problemas”, dijo Fernández, quien no estudia ni trabaja (es un “nini”).
Chamelecón, uno de los sectores más poblados de San Pedro Sula, con más de 130,000 habitantes, está pagando las consecuencias por haberse convertido entre 1990 y 2000 en semillero de pandilleros.
Durante dos décadas, este populoso sector ha sido escenario de sangrientos enfrentamientos entre las maras 18 y MS, dos organizaciones que aún tienen dividida la zona en feudos de droga que defienden a muerte.
Chamelecón muestra caras diferentes. Tiene colonias, como La Palmira, que está desolada y con casas vacías porque los dueños se marcharon a causa de las maras.
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“Ahora hay más seguridad, hay vigilancia de la Policía Militar, Policía Nacional y la Iglesia ha estado haciendo conciencia y apoyando a los jóvenes. Por ejemplo, Chamelecón Centro está libre de conflictos”, dijo.
Álvarez está constantemente en contacto con los jóvenes y diariamente escucha lamentos y quejas porque “gran parte de ellos no encuentra trabajo por el simple hecho de vivir en Chamelecón”.
“Las empresas no deberían discriminar a los jóvenes de Chamelecón. Aquí hay gente inteligente y honesta que tiene necesidad de un trabajo”, dijo.
Algunos jóvenes que se han visto forzados a mentir, a decir, que no viven en Chamelecón, han logrado colocarse en algunas empresas; sin embargo, al poco tiempo han sido despedidos.
Tras ser discriminados o despedidos, estos jóvenes tienen al menos tres opciones: cambiar de domicilio, emigrar a Estados Unidos o sumarse a una de las dos maras. La Iglesia Católica, que cuenta con más de 21 templos en el sector, ha intensificado los esfuerzos para apoyar a estos “ninis” excluidos.
Otras zonas, como Chamelecón Centro, tienen un movimiento comercial permanente.
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El padre Luis Estévez, rector de la parroquia Santísima Trinidad, de Chamelecón Centro, indicó que el nivel de discriminación es tan extremo que hasta ellos mismos la experimentan en carne propia.
“Un joven es discriminado por las empresas con solo decir que es de Chamelecón. Me atrevo a decir que cuando nosotros solicitamos ayuda a las empresas para la iglesia tampoco somos apoyados por esa misma razón”, ejemplificó el cura.
Esa institución, representada por el presbítero Estévez, exhorta al Gobierno a invertir en desarrollo social e impulsar la creación de pequeñas empresas que permitan suplir la necesidad del empleo.
En el sector se ha incrementado la seguridad militar y policial.
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Otra porción de jóvenes (los que desean estudiar) se encuentran con un problema mucho más grave: corren el riesgo de morir si cruzan los límites fronterizos de las maras.
La frontera conflictiva, impuesta por las dos maras, justamente atraviesa la zona donde se encuentran el instituto Modesto Rodas Alvarado y el Centro de Capacitación Técnica Chamelecón.
Los jóvenes “ninis” que viven en la zona controlada por la MS corren un alto riesgo si ponen un pie en la zona de la 18. Muchos prefieren quedarse en sus casas y no matricularse en ninguno de los dos institutos.
El Instituto Hondureño de Educación por Radio (IHER), iniciativa de la Iglesia Católica, ofrece el bachillerato en Humanidades a distancia a los jóvenes que son limitados por esa frontera. “Somos una alternativa para esos jóvenes que desean superarse”, dijo Gerlin A. Zúniga, coordinador de IHER.