En medio del dolor y acompañados con familiares, anoche llegaron a la base aérea José Enrique Soto Cano, de Palmerola, Comayagua, los restos de los seis hondureños muertos el 27 de marzo en el incendio de un centro de detención migratoria en Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos.
El avión tipo Hércules de unos 24 metros de largo, de la Fuerza Aérea Mexicana que transporta los ataúdes donde venía los cuerpos, tuvo que ser cambiado a última hora debido a fallas en la compuerta trasera.
Horas antes, en dos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana también trasladaron a Guatemala los cuerpos de 17 chapines y los hondureños, que forman parte de las 40 víctimas mortales de la tragedia, informó el Instituto Nacional de Migración (INM) en un comunicado.
“Autoridades consulares (...) estuvieron presentes durante todo el proceso hasta que los féretros fueron trasladados en dos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana”, indicó el reporte.
Según autoridades mexicanas, el incendio se originó cuando un migrante encendió un colchón en la celda donde permanecía junto con otros 67 hombres.
“Hasta el momento, han sido repatriados 31 cuerpos de personas fallecidas en el siniestro”, informó el INM.
Una caravana de carrozas fúnebres trasladó los ataúdes hasta la pista del aeropuerto local antes de partir, donde había agentes migratorios y de la Guardia Nacional, observó un colaborador de la AFP.
En tanto, las familias en las zonas de donde eran originarios los malogrados migrantes preparaban sus casas con altares y ceremonias religiosas para darles entre hoy y mañana cristiana sepultura.
Dolor
Los hondureños muertos son Edin Josué Umaña Madrid (de 26 años), Dikson Aarón Córdoba Perdomo (de 30) y Jesús Adony Alvarado Madrid (de 32), originarios de Protección, Santa Bárbara; José Ángel Ceballos Molina (de 21), residente en Choluteca; Óscar Danilo Serrano Ramírez (de 37 ), originario de La Virtud, Lempira; y Alis Dagoberto Santos López (de 42).
Algunos familiares que viajaron a México llegaron junto a los cuerpos, otros que estaban en Honduras los fueron a esperar a la base militar.
El doloroso arribo de los hondureños que se marcharon con muchos sueños, empujados por la pobreza y la ilusión de sacar a sus familias adelante, mantiene a sus familias consternadas, quienes esperan que se haga justicia.
“No se muere quien se va, solo muere el que se olvida”. Con esa promesa escrita en pancartas los pobladores de la aldea Nuevo Porvenir de Protección, Santa Bárbara, esperaban con el corazón acongojado los cuerpos de tres de los jóvenes que hasta hace un par de semanas eran sus vecinos. Edin Josué Umaña, Dikson Aarón Córdoba y Jesús Adony Alvarado no pudieron cumplir el sueño que como amigos compartían: llegar a Estados Unidos para dar un mejor futuro a sus familias.
Desde ayer, en su aldea Nuevo Porvenir, sus familiares y amigos preparaban los altares para darles un velatorio digno. Cada uno será velado en sus hogares, pero luego, los tres féretros sellados se volverán a juntar en el patio de don José Córdoba, donde justo hace tres semanas se reunieron para planear el fallido viaje que los condujo a la muerte.