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La leyenda de El Dorado

  • 27 diciembre 2009 /

Durante las primeras décadas de la Conquista Española, la leyenda de una rica ciudad indígena perdida en la selvas americanas y construida con oro y plata, atrapó los sueños de aventurerosde todo el viejo mundo.

Durante las primeras décadas de la Conquista Española, la leyenda de una rica ciudad indígena perdida en la selvas americanas y construida con oro y plata, atrapó los sueños y esfuerzos de aventureros y mineros de todo el viejo mundo.

La leyenda estimulaba un poco más la imaginación de los osados, al proporcionar el brillante nombre de la mítica población: El Dorado.
Muchos fueron los nombres que quedaron grabados por la historia en infructuosas (y mortales,) exploraciones en busca de los refulgentes palacetes edificados, según los rumores, sobre enormes bloques tallados de oro.

Y aunque Pizarro y Cortés encontraron sus propias versiones, pocos conocen los nombres de Juan Gómez Cotolán y Vicente Soriano, quienes por encargo del alcalde de Choluteca, Gaspar de Artica, buscando agua encontraron una veta de oro tan rica y de forma tan singular, que la denominaron “Clavo Rico”.

De acuerdo a la historiadora Dra. Leticia de Oyuela, cuando se hizo el primer envió de pruebas de oro a su Majestad, las pepas de oro eran de tal tamaño y calidad, que el Rey las denominó “mis reales tamarindos”.

Desde entonces, las frías montañas del pueblo de El Corpus en el Sur de Honduras, han producido oro y plata para beneficio de sus laboriosos habitantes; la mayoría de ellos, por supuesto, mineros de larga tradición.

En la actualidad, las operaciones de extracción y comercialización de los preciados metales son realizados, por una parte, por cerca de un millar o más de mineros artesanales y por la otra, por la compañía minera Cerros del Sur, que cuenta con cerca de 250 trabajadores.

Las diferencias entre las operaciones de unos y otros son notorias; mientras los primeros trabajan con mercurio, la segunda utiliza el cianuro como el principal elemento químico de todo el proceso.

Y aunque los mineros artesanales logran extraer anualmente, muchísimo más oro y plata que la compañía minera, también es cierto que son menos efectivas sus técnicas de extracción y tienen poco control sobre el manejo de sus desperdicios químicos.

Pueblito bendecido

Por otro lado, mientras los artesanos venden localmente a intermediarios locales o regionales (Tegucigalpa, Nicaragua o Choluteca son sus principales mercados), la compañia exporta toda su producción a los Estados Unidos.

Sin embargo, a pesar de todas estas diferencias obvias, también es cierto que las riquezas naturales de la zona son aprovechadas por todos y hacen que El Corpus se mantenga como un bello y pequeño pueblito bendecido con un clima más que agradable, una paz sin igual y una fuente de trabajo inagotable.

Algo que no debería de extrañarnos puesto que de acuerdo al ingeniero Gerardo Flores, gerente de la compañía que trabaja la histórica mina de Clavo Rico, “Honduras es el país más rico en oro y plata de toda Centroamérica”.

Y para muestra, El Corpus es un botón dorado.