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'La extorsión casi me dejó en la calle”, relata víctima que huyó del 'infierno”

  • 17 octubre 2016 /

Las amenazas de muerte por el cobro del “impuesto de guerra” obligaron a un conductor de bus a dejarlo todo. Maras tienen infiltrados en el transporte.

    Tegucigalpa, Honduras.

    “La extorsión casi me dejó en la calle. Es duro perder las cosas que a uno le han costado; pero al final lo único que me importa es que mi familia está viva y yo puedo estar con ellos.

    Tengo que darle gracias a Dios porque hay unos compañeros que no han vivido para contarla y yo al menos me pude escapar de las amenazas de las extorsiones. Como dicen, lo material se recupera, solo la muerte no tiene remedio.

    A mí la extorsión me cambió la vida, yo trabajaba en el transporte, eso era lo mío, pero en Honduras ser transportista es pecado...

    -Este es el crudo relato de “Demetrio”, un conductor de buses a quien el cobro del “impuesto de guerra” obligó a dejarlo todo y quien accedió a contar su historia a Diario LA PRENSA-.

    ...Mi papá era busero y por eso yo empecé a trabajar en el transporte desde los 16 años como cobrador en el bus que él manejaba. Estudiar nunca me gustó, no era para mí y por eso no terminé el colegio.

    Después de tres años de ser cobrador me ofrecieron trabajar un taxi, o sea manejarlo, y pagarle una tarifa semanal al dueño. Yo acepté y la verdad me fue bien, no me quejo, pero yo quería manejar un bus.

    Me hice de mujer y con ella tuvimos tres hijos. Mi ventaja fue que nunca tuve vicios, ni beber ni fumar me llamaron la atención y eso me ayudó a ahorrar.

    Después de siete años de trabajar taxis de otros dueños, yo iba a comprarme el mío, pero cuando me había decidido me salió una oportunidad de comprar un bus.

    Don Lucho, el dueño, tenía todos sus hijos en Estados Unidos y dijo que él se iba para allá porque le habían sacado papeles.

    Él era buen amigo de mi papá y me conocía a mi también. Me ofreció que le comprara el bus y que por amistad me dejaría que le diera una parte primero, como prima, y que lo demás se lo pagara en partes.

    Yo ni lo dudé. Le di el dinero que tenía para comprar el taxi y le quedé pagando lo demás mensualmente. Esa fue una puerta que Dios me abrió porque así logré tener mi propio bus, lo cual mi papá nunca pudo conseguir aunque trabajó toda su vida manejando buses, pero siempre eran de otro dueño.

    “En la noche no podía ni dormir después de que me amenazaron a muerte, esa no es vida, no se lo deseo a nadie”, confesó un exconductor de buses, víctima de extorsión.



    El calvario

    Yo siempre he sido de hacer amigos y directo para hablar y quizás por eso rápido me di a conocer en la ruta.

    Advertencia
    El presidente Juan Orlando Hernández confirmó en agosto de este año que criminales se infiltran en las empresas
    Menos de dos años después de empezar a conducir mi bus ya estaba entre los dirigentes de la ruta de buses. La cosa iba bien, hasta soñaba con ahorrar para comprarme una casa.

    Pero un día, dos de los despachadores de la ruta convocaron a todos a una reunión de emergencia. Yo creí que era por alguna nueva ley del Gobierno que nos iba a perjudicar o algo así, pero resultó peor.

    En la reunión nos dijeron que unos mareros habían mandado una nota al punto de la ruta y que en el papel decían que teníamos tres días para darles 40,000 lempiras y que si no lo hacíamos nos iban a empezar a matar.

    Nos quedamos mudos, no teníamos ese dinero, porque a veces uno así como cobra, paga. no somos millonarios.

    Algunos compañeros dijeron que antes de pagar había que comprobar si eso era de verdad una amenaza de mareros, porque podía ser alguien haciéndose pasar por ellos y que solo quería ganar dinero fácil.

    En la noche no podía ni dormir después de que me amenazaron a muerte, esa no es vida, no se lo deseo a nadie

    Víctima de extorsión, exconductor de buses

    La verdad yo pensé lo mismo, pero no quise decir nada. Al final se decidió no pagar y esperar, pero ese fue el peor error.
    Pasó una semana y todo estuvo tranquilo, pero nueve días después mataron a tiros a uno de los conductores de la ruta.
    Yo me di cuenta porque me llamaron al celular para contarme y convocarme a una reunión de emergencia.

    Cobro tras cobro

    En la reunión, los despachadores dijeron que al rato de que mataron al conductor de nuestra ruta llegó una mujer con otra nota, que solo decía “¿hoy si pagan o seguimos?” y tenía la firma de la pandilla abajo.

    Conseguimos el dinero como pudimos y lo pasaron trayendo al día siguiente y nos dijeron que nos reuniéramos esa noche porque nos iban a llamar a un teléfono que dejaron para decirnos cuánto iba a pagar a la semana cada bus de la ruta. Nos reunimos, nos llamaron y nos dieron la tarifa.

    El despachador que tenía el celular que dejaron lo puso en altavoz y fue la primera vez que escuché a los mareros hablar.

    Eso da terror, no me da pena decirlo. Solo hablaban de matar y matar, y lo peor es que amenazaban también a nuestras familias.

    Cuando salí llamé a mi mujer y le dije que se fuera donde su mamá con los niños y ella me rogó que mejor no volviera a manejar el bus, pero yo le dije que se calmara, que todas las rutas pagaban ‘impuesto de guerra’ y que mientras pagáramos no nos iba a pasar nada.

    El problema fue que seis meses después de haber empezado a pagar a una mara nos empezó a cobrar otra banda y un año después nos empezó a cobrar otra más. Ya solo trabajaba para pagar el ‘impuesto de guerra’.

    Nos dijeron que si íbamos a denunciar se iban a dar cuenta porque en la ruta tenían quien nos vigilara. Aún así, ya no podíamos pagar más y por eso nos reunimos 11 transportistas de la ruta y se supone que solo estábamos los de más confianza, pero ese día comprobamos que sí había gente de la ruta trabajando con los mareros, porque en esa reunión dijimos que iríamos a la Policía para denunciar y me eligieron a mí para ir, porque no podíamos ir todos para no levantar sospechas, pero solo dos horas después de esa reunión me llamaron a mi celular y me dijeron que si me quería morir que fuera a poner la denuncia. Hablé después con tres compañeros que estuvieron en la reunión y me contaron que también los llamaron para amenazarlos.


    Una nueva vida

    Ahí fue cuando decidí salirme de la ruta, no quería ser otro que apareciera muerto en el periódico. Vendí el bus, a precio regalado, pero con eso lo terminé de pagar.

    Conseguí trabajo, porque es mejor ser empleado con salario. Así no me quitan el dinero y con eso mantengo a mi familia.

    Me va bien y ya no quiero saber nada del transporte. Hoy vivo tranquilo. Corté comunicación casi del todo con la gente de la ruta. Gracias a Dios me salí a tiempo”.