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"Honduras: Una bala perdida lo mató como a su padre"

  • 17 febrero 2015 /

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El conductor de mototaxi Carlos Geovany Palencia murió de una bala perdida, en el hecho donde fue asesinado el dirigente deportivo Mario Verdial.

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Villanueva, Honduras.

En la cima de un cerro desde donde se divisa la aldea El Calán -en el norte de Honduras- descansa para siempre el que fuera conductor de mototaxis Carlos Geovany Palencia, junto a su padre Fredy Palencia, quien, como él, murió fulminado por una bala sin dedicatoria.

Carlos vivió siempre con el recuerdo de su progenitor, un hombre de campo que le enseñaba a ordeñar y a pastorear el ganado siendo capataz de una hacienda de Real del Puente cuando esta colonia no estaba bien poblada.

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Unos días antes de caer abatido en una balacera en la que murió también el empresario y dirigente deportivo Mario Verdial y su acompañante Lester Riech, el conductor había dicho a su familia que tenía en mente mandar a pintar el retrato de su padre en el mototaxi rojo.

Carlos tenía unos 11 años cuando su papá cayó de espaldas sobre el piso de un billar en el mismo sector de El Calán, al ser alcanzado por una bala disparada a lo loco por un amigo suyo.

El proyectil pegó primero en una pared y luego rebotó y se alojó en el pecho del labriego que en ese momento venía saliendo del baño.

Había llegado precisamente a ese establecimiento a comprar pollo frito para el pequeño Carlos y su hermano Wilson que lo esperaban en casa.

Aún con vida fue subido a un carro de paila para ser trasladado a un hospital, pero se ahogó en su propia sangre, comentó su excompañera María Guadalupe Hernández.

“Tuvieron el mismo destino”, murmuró la mujer al recordar a su hijo a quien describió como un muchacho cariñoso y trabajador que solía interrumpir su labor para llevarle dinero antes de cada tiempo de comida.

El día que lo iban a matar le pidió de cena, como saboreando las palabras, que le hiciera un par de huevos rancheros con arrrocito y guineos verdes sancochados.

Ella dejaba que la comida se enfriara un poco porque a él no le gustaba comer caliente, pero esa vez el fiambre se pasó de helado porque su hijo nunca llegó.

La razón la supo María Guadalupe hasta que la hija menor la llamó al celular para comunicarle que el muchacho estaba tendido frente al punto de mototaxis, en el desvío que conecta con la autopista entre Villanueva y San Pedro Sula.

Sujetos fuertemente armados que se bajaron de dos carros dispararon contra la camioneta en que se conducían Verdial y Lester Riech, pero eran tantas las balas que una salió desperdigada e impactó en la cabeza del motorista que cayó sobre el pavimento.

La camioneta del empresario siguió su curso, cruzó la autopista limpiamente y fue a caer volcada en una cuneta frente a la empresa Conhsa, con los dos hombres muertos en su interior.

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Carlos Palencia tenía muchas aspiraciones.
La tragedia

Carlos tenía un solo agujero en la parte posterior del cráneo, sin sangre, más bien se miraba como un punto blanco, según comentaron personas que vieron el cuerpo, entre ellos su hermano Wilson, quien también es conductor de mototaxi.

Este comentó que iba a comprar un banano a uno de los puestos de frutas y verduras alineados frente a la autopista, cuando estalló el estruendo que lo obligó a buscar protección detrás de una caseta.

Al pasar la balacera y ver a su hermano con el tiro en la cabeza salió aterrado en su unidad, rumbo a su casa.
Regresó al punto 40 minutos después cuando se le calmaron los nervios.

Esa tarde, Carlos salió de su casa en su unidad, apresurado porque se aproximaba la hora en que las obreras salían de las maquilas y requerían de una carrera a El Calán; no obstante, se detuvo a darle aventón a su tía Jesenia Palencia, joven como él, que iba para la farmacia de la aldea.

“Lo miré triste y le pregunté qué le pasaba”, relató la joven. Como respuesta, el motorista dio un estirón a su cuerpo diciendo que tenía sueño.

“Aquí te dejo porque ya viene la hora”, le dijo al dejarla en la farmacia y arrancó el vehículo para ir a tomar su puesto en la fila de los motoxistas.

El motorista tenía planes de hacer su nido de amor con su enamorada Elda Hernández en la casa de alquiler que el joven compartía con su madre y sus hermanos.

“Estaba emocionado, ya estaba arreglando el cuarto y hasta había comprado un televisor”, comentó su novia de 38 años. Para Elda, él era un cipote, pues solo tenía 23, pero cuando ella se lo recordaba cariñosamente, el muchacho le contestaba que eso no le importaba, con tal de que le fuera fiel.

A raíz de un accidente que tuvo en el mototaxi, Carlos comenzó a pensar en la muerte, aunque tal vez no esperaba que llegara tan pronto.

Siempre decía que lo enterraran al lado de su padre y que acompañaran su funeral con música del cantante Beto Quintanilla, así lo hizo lo familia y los compañeros, quienes formaron una caravana con sus unidades para ir a dejarlo, en una carrera sin prisa, al lugar de su descanso eterno.

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Foto: La Prensa

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La tragedia ha perseguido a la familia Palencia. Carlos fue sepultado junto a su padre como había pedido en vida.
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Foto: La Prensa

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Fredy Palencia, padre de Carlos.
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