Las dilatadas e intensas sequías, provocadas por el cambio climático y también por El Niño, merman cíclicamente la producción de hortalizas y granos y ponen en condición de inseguridad alimentaria a más de 2 millones de hondureños radicados en el corredor seco.
El corredor seco, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es una franja que atraviesa Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala y donde viven más de 10 millones de personas expuestas a eventos climáticos extremos.
La llaman corredor seco porque es afectada por extensos períodos de sequía y ciclos cortos de intensas lluvias que impactan negativamente en los medios de vida y en la seguridad alimentaria de las comunidades.
Es recurrente en Honduras que entidades oficiales declaren alertas para esa región, pues hasta ahora ningún gobierno ha desarrollado un plan o ha construido infraestructura para mitigar los efectos de la sequía.
Juan Carlos Tosta, alcalde de Jesús de Otoro, Intibucá, plantea que los efectos negativos de la sequía serían “menos graves” si en todo el corredor hubiera grandes reservorios de agua que se llenarían con las lluvias del invierno y alimentarían los sistemas de riego para las plantaciones agrícolas.
“Nosotros, por ejemplo, en el Valle de Otoro tenemos tierras donde trabajar, pero los sistemas de riego que utilizamos para cultivar los hemos conectado con tomas a fuentes de agua, cuando estas no tienen agua, el sistema no funciona. El problema se resolvería con un reservorio. Tenemos identificados los lugares donde podríamos hacer los reservorios”, dijo dijo Tosta en una entrevista con Diario LA PRENSA en el marco del Día Mundial contra el Hambre, creada en 2011 por iniciativa de la organización The Hunger Project.
El 28 de mayo es fecha importante para países pobres como Honduras porque, con la etiqueta de Día Mundial contra el Hambre, miles de organizaciones recuerdan que más de 2,400 millones de personas no tienen acceso a una cantidad suficiente de alimentos, como sucede en Jesús de Otoro.
El alcalde de este municipio estima que con ayuda de la cooperación internacional o el gobierno podrían construir una represa para almacenar agua en el Vuelo del Ángel o en el río Yucanguare, que nace en las montañas de Intibucá.
“Durante el gobierno de Porfirio Lobo hicieron un preestudio para desarrollar el proyecto y dijeron que solo para hacer un estudio tenían que invertir L12 millones. Eso quiere decir que la obra costaría mucho dinero. Es un proyecto caro, pero resolvería el problema de la producción. Con una represa, resolveríamos una gran parte del problema, no todo porque con el cambio climático también vienen otros problemas, como las plagas, que afectan los cultivos”, dijo.
Las represas, según él, almacenarían “las grandes cantidades de agua que caen en corto tiempo” y en verano la enviarían por medio de sistemas de riego por goteo a las plantaciones de frijoles y maíz de cientos de miles de personas que, por estar en condiciones de pobreza, no pueden invertir en estas estructuras utilizadas en países desérticos.
Tosta, quien es ingeniero agrícola y productor de granos, pronostica una cosecha deficitaria en esta región, “consecuencia de este verano que ha sido demasiado seco”, y advierte de un posible escenario de hambruna.
Paralelamente a la reducción de la cosecha de maíz y frijol, habrá una baja en la oferta de carne de res a raíz de la deficitaria alimentación del ganado vacuno por ausencia de pasto en los potreros.
En el casco urbano de Jesús de Otoro, donde está la municipalidad que dirige Tosta, la sequía, aparentemente, no tiene un afecto negativo. En las aceras y negocios de alimentos venden hortalizas, plátanos y productos agrícolas y siempre hay quien compre.
Pero Tosta dice que “gracias a las remesas” la gente “no se muere del hambre”. Algunas familias pobres de áreas rurales llegan al centro de la ciudad a retirar a las agencias bancarias el dinero que envían sus familiares desde Estados Unidos y España y posteriormente van a comprar los alimentos que necesitan.
“La sequía reduce la producción por no haber agua y porque obliga a muchas personas jóvenes a emigrar a Estados Unidos y España, pero si no fueran las remesas, la situación sería crítica. Por un lado es bueno, por otro no; nos quedamos sin fuerza productiva”, dijo.
Aún con un panorama desesperanzador, con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), Catholic Relief Services (CRS ), por medio del programa Agua y Suelo para la Agricultura (ASA), la municipalidad aspira a desarrollar un mercado artesanal para que los agricultores vendan los productos y obtengan ingresos económicos para comprar otros alimentos.