San Pedro Sula, Honduras.
Los turistas que van a Brasil no solo encontrarán el imponente cerro Pan de Azúcar, el Cristo Redentor en el Monte del Corcovado o la famosa playa de Copacabana en Río de Janeiro; también podrían toparse con sus favelas, donde se esconden el peligro y la miseria.
Desde hoy hasta el 13 de julio, el quinto país más grande del mundo es el centro de la fiesta del fútbol más importante de la Tierra. Doce de sus 23 ciudades son sedes de las 32 selecciones de fútbol que representan a países de todos los continentes.
Alrededor de 5,000 hondureños se apuntaron a esta fiesta. La gran mayoría viaja hoy a apoyar a la Selección Nacional de Honduras.
Manaos, Fortaleza, Natal, Recife, Salvador, Cuiabá, Brasilia, Belo Horizonte, Sao Paulo, Curitiba, Porto Alegre y Río de Janeiro se visten de gala.
Brasil tiene más de 190 millones de habitantes. Es la sexta economía más grande del mundo después de Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia. En el corazón de la selva amazónica posee destinos diversos y maravillosos como el parque nacional de Iguazú, declarado patrimonio natural de la humanidad por la Unesco, y el encuentro de las aguas, considerado una de las imágenes más bellas que la naturaleza puede ofrecer, donde el Río Negro y el Río Solimões se encuentran, pero sin que sus aguas se mezclen.
En sus calles se desbordan la alegría de su gente, la samba y la caipirinha. En sus playas, la belleza de hombres y mujeres seduce a los extranjeros, pero también es un país con graves problemas de violencia y desigualdad social.
Las favelas son el hogar de más de 11.4 millones de personas, alrededor del 6% de la población, según el último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Allí viven algunos de los pobladores más pobres del país y comparten territorio con peligrosas pandillas. Son vistas como focos rojos de criminalidad y puntos de tráfico de drogas, pero también están habitadas por gente buena y trabajadora.
Las favelas de Vila Canoas y Rocinha son las más grandes de ese país. A lo lejos se ven incluso pintorescas. Adentrarse a ellas es una aventura que muchos turistas desean vivir: agencias especializadas ofrecen tours. Las autoridades brasileñas han anunciado que esas zonas serán custodiadas por policías. En todo el territorio carioca se desplegará un dispositivo de 150,000 elementos, entre los que se destacan 70 mil soldados y 60 mil policías. Los demás son agentes privados.
Autoridades sanitarias han dado recomendaciones para los más de 600 mil turistas -entre ellos unos cinco mil catrachos- que llegarán durante el Mundial. Son fundamentales la inyección contra la fiebre amarilla y el uso de repelentes para evitar las picada de insectos.
El evento futbolístico ha sido amenazado por protestas de diferentes gremios, desde transportistas y maestros, que no aprueban la inversión de más de 3,700 millones de dólares del Gobierno en construcción y remodelación de estadios.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff aseguró que se han vencido los principales obstáculos y todo está preparado para la Copa dentro y fuera del campo.
“Amigos de todo el mundo: ¡lleguen en paz! Brasil, como el Cristo Redentor, está de brazos abiertos para acogerles a todos ustedes. Saludo a todos los que están llegando”, dijo.
Los turistas que van a Brasil no solo encontrarán el imponente cerro Pan de Azúcar, el Cristo Redentor en el Monte del Corcovado o la famosa playa de Copacabana en Río de Janeiro; también podrían toparse con sus favelas, donde se esconden el peligro y la miseria.
Desde hoy hasta el 13 de julio, el quinto país más grande del mundo es el centro de la fiesta del fútbol más importante de la Tierra. Doce de sus 23 ciudades son sedes de las 32 selecciones de fútbol que representan a países de todos los continentes.
Alrededor de 5,000 hondureños se apuntaron a esta fiesta. La gran mayoría viaja hoy a apoyar a la Selección Nacional de Honduras.
Manaos, Fortaleza, Natal, Recife, Salvador, Cuiabá, Brasilia, Belo Horizonte, Sao Paulo, Curitiba, Porto Alegre y Río de Janeiro se visten de gala.
Brasil tiene más de 190 millones de habitantes. Es la sexta economía más grande del mundo después de Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia. En el corazón de la selva amazónica posee destinos diversos y maravillosos como el parque nacional de Iguazú, declarado patrimonio natural de la humanidad por la Unesco, y el encuentro de las aguas, considerado una de las imágenes más bellas que la naturaleza puede ofrecer, donde el Río Negro y el Río Solimões se encuentran, pero sin que sus aguas se mezclen.
En sus calles se desbordan la alegría de su gente, la samba y la caipirinha. En sus playas, la belleza de hombres y mujeres seduce a los extranjeros, pero también es un país con graves problemas de violencia y desigualdad social.
Las favelas son el hogar de más de 11.4 millones de personas, alrededor del 6% de la población, según el último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Allí viven algunos de los pobladores más pobres del país y comparten territorio con peligrosas pandillas. Son vistas como focos rojos de criminalidad y puntos de tráfico de drogas, pero también están habitadas por gente buena y trabajadora.
Las favelas de Vila Canoas y Rocinha son las más grandes de ese país. A lo lejos se ven incluso pintorescas. Adentrarse a ellas es una aventura que muchos turistas desean vivir: agencias especializadas ofrecen tours. Las autoridades brasileñas han anunciado que esas zonas serán custodiadas por policías. En todo el territorio carioca se desplegará un dispositivo de 150,000 elementos, entre los que se destacan 70 mil soldados y 60 mil policías. Los demás son agentes privados.
Autoridades sanitarias han dado recomendaciones para los más de 600 mil turistas -entre ellos unos cinco mil catrachos- que llegarán durante el Mundial. Son fundamentales la inyección contra la fiebre amarilla y el uso de repelentes para evitar las picada de insectos.
El evento futbolístico ha sido amenazado por protestas de diferentes gremios, desde transportistas y maestros, que no aprueban la inversión de más de 3,700 millones de dólares del Gobierno en construcción y remodelación de estadios.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff aseguró que se han vencido los principales obstáculos y todo está preparado para la Copa dentro y fuera del campo.
“Amigos de todo el mundo: ¡lleguen en paz! Brasil, como el Cristo Redentor, está de brazos abiertos para acogerles a todos ustedes. Saludo a todos los que están llegando”, dijo.