Roatán, Honduras
Una misión integrada por más de un centenar de personas puso a prueba una embarcación con una máquina adaptada para recolectar desechos plásticos en el mar Caribe, donde toneladas de residuos conforman una verdadera “isla de basura”.
Isla
En noviembre pasado la “isla de basura” fue captada por la fotógrafa de EEUU, Caroline Power, que vive en Roatán.
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Daniel Birnbaum, director ejecutivo de la empresa israelí SodaStream, adquirió el artefacto después de ver un video que circuló en medios de comunicación y redes sociales con impactantes imágenes de los desperdicios flotando en el mar.
Era una auténtica “isla de basura” de más de 5 kilómetros cuadrados flotando cerca de las paradisíacas Islas de la Bahía, en el norte de Honduras, que albergan el segundo arrecife coralino más grande del mundo después del de Australia.
Roatán, que forma parte del archipiélago, es la principal atracción turística de Honduras, que recibe anualmente a un millón de visitantes. Los turistas se encantan con sus playas de arena blanca y aguas cristalinas, en las que pueden bucear con tiburones, nadar con delfines, observar ballenas, surfear o visitar cuevas y cavernas.
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Holy Turtle
SodaStream, cuya compra por el gigante estadounidense Pepsico fue anunciada en agosto, invirtió un millón de dólares en un barco con un mecanismo construido especialmente para limpiar los océanos de aceite derramado, el cual fue adaptado para utilizar en el primer experimento de limpieza de residuos plásticos en el Caribe de Honduras. La unidad fue bautizada como Holy Turtle (Tortuga Santa).
Birnbaum encabezó la semana pasada un grupo de 125 ejecutivos y empleados de la empresa llegados desde diferentes partes del mundo a Roatán para poner a funcionar la máquina. La embarcación pasó las primeras pruebas. Los técnicos de la misión desplegaron una especie de manguera anaranjada de 300 metros de largo que arrastra los desechos que flotan en la superficie marina. Al momento de la prueba no se había conformado una “isla de basura”, como en otras ocasiones, sino que los desechos estaban remansados en playas y raíces de manglares.
El equipo se desplegó en esos lugares para recolectar los desperdicios en bolsas plásticas y trasladarlos al basurero municipal.
Maurice Herrera, gerente de mercadeo de SodaStream, estimó que se limpiaron unos 7 km2 en playas y raíces de robustos manglares que crecen en la orilla del mar, albergue de especies marinas que están sucumbiendo a causa de la contaminación.
Entre los desperdicios sacados por la máquina aparecieron pedazos de mesas y televisores, botellas, cucharas, zapatos y más. La mayoría de los residuos llegan al Caribe en las vertientes del río Motagua, procedentes de Guatemala, y en menor escala de cursos de agua que vienen desde territorio hondureño, según Herrera.
El gerente de SodaStream lamentó que aves y especies marinas mueran por ingerir plásticos por equivocación. Se han descubierto desperdicios en los estómagos de estos animales, lo que a su vez puede provocar daños a la salud de los humanos al consumirlos.
Sobre los contaminantes de los mares
Unos 150 escolares de Roatán se sumaron a trabajos de limpieza para crear conciencia.
Contaminante
La mayoría de utensilios desechables de plástico terminan en los océanos del mundo y crean enormes islas.
Conciencia
Hay empresas de gaseosas decididas a utilizar vidrio o cartón para detener desastre ecológico.
Continente de basura
Además de la expresión “isla de basura”, los desperdicios que flotan en el mar también se conocen como “isla tóxica”, “séptimo continente” o “continente de basura”, que desde hace décadas se han detectado en el Pacífico. Expertos estiman que estas islas pueden totalizar hasta 15 millones de km2, provocando un gran daño no solo a los océanos, sino al planeta y la humanidad en su conjunto. Birnbaum considera que el experimento realizado en Honduras puede ayudar a recoger los desperdicios del “continente de basura” del Pacífico si se involucran autoridades estatales y organismos no gubernamentales. AFP
En noviembre pasado la “isla de basura” fue captada por la fotógrafa de EEUU, Caroline Power, que vive en Roatán.