San Pedro Sula, Honduras
Creció en la peluquería que tiene su madre en el barrio Guamilito, de San Pedro Sula, y ahora a sus diez años de edad, Harold Rivera forma parte del equipo de peluqueros de ese negocio.
El niño desciende de una familia de barberos. Su madre María Elena Rivera aprendió a cortar pelo a los 16 años, su abuela fue la peluquera del pueblo allá en Trinidad, de Comayagua; mientras que su tía Heysi se graduó de licenciada a punta de tijeras y sigue en el oficio.
Muchos de los clientes a los que el pequeño Harold rasura, dicen que lo prefieren porque sus manitos se sienten como caricias de ángel cuando les está poniendo los afeites.
Ellos mismos le dieron la oportunidad de que practicara en sus cabelleras y en sus barbas, bajo la supervisión de su madre.
Harold alterna su trabajo en la peluquería María Elena con sus estudios en la escuela privada Little Kids, adonde cursa el cuarto grado. Los sábados que no tiene clases los dedica por completo a atender a sus clientes a los que brinda servicio de limpieza facial, rasurado de barba y corte de cabello. Aprendió a manejar el peine y la navaja viendo como lo hacía su mamá. Esta también le iba indicando el procedimiento en forma más detallada.
El pequeño admite que todavía le falta mucho que aprender para ser un peluquero profesional.
Aunque le gusta mucho el trabajo, su visión es llegar a convertirse en un profesional universitario. Precisamente lo que gana como fígaro lo está ahorrando para cuando llegue el momento de sufragar sus estudios. “Ya se compra sus cositas”, dice su madre, quien le ha incentivado el hábito del ahorro.
A ella no se le olvidan los días aciagos cuando llegó de su pueblo a San Pedro Sula siendo una quinceañera, para hacer el aseo en una barbería propiedad de un tío suyo.
Aparte de barrer los gajos de pelo que caían al piso, María Elena servía café o les daba dulces a los clientes de la barbería Moderna, con la natural timidez de una provinciana, que “no había botado el monte”. Los clientes le sugirieron a la agraciada cipota que dejara a un lado la escoba y la pena y que mejor se dedicara a cortar pelo a los caballeros.
Poco a poco le fue perdiendo “el miedo a la gente” y cuando menos acordó ya estaba con el peine y las tijeras en la mano, ayudando a su tío. Fue la primera mujer barbera de la ciudad.
Mientras trabajaba en la barbería de su tío dio a luz a su hija Heysy y a los años a un niño blanco como un capullo a quien bautizó como Harold. Ambos ahora son sus aliados en la popular barbería.
Aunque Heysy logró coronar una carrera universitaria “a puro corte de pelo y barba”, no ha querido dejar el patrimonio familiar porque sueña con ensancharlo con sus conocimientos de administración de empresas.
A la peluquería
María Elena llegan empresarios, locutores y periodistas a quienes no solamente cortan el pelo, sino también les hacen mascarillas o la manicura.
Harold es especialista en cortar barba, los clientes más barbados lo prefieren a él . Sin dejar de ver una película en su teléfono celular, comenta que ya sabe hacer el candado, un corte que consiste en una barba circular. Aunque tiene un trabajo de adulto que realiza con mucha seriedad, vuelve a sus juegos de niño cuando guarda las tijeras y la navaja de afeitar.