En esta comunidad localizada a 12 kilómetros de Gracias se encuentra el hogar de Maximino Rivera, un hombre de 65 años que le enseñó a sus tres hijas el oficio de la hojalatería.
Ruth, Sara y Saraí Rivera son la mano derecha de su padre y desarrollan con calidad y entusiasmo un oficio que en nuestra cultura tradicionalmente es dominado por los varones.
Estas jóvenes destacan por el trabajo que realizan con las piezas de zinc que sobran luego de la fabricación de silos. Variedad de atractivos objetos toman forma a partir de la creatividad de estas mujeres que se convierten en un ejemplo de trabajo.
Aprendizaje
Don Maximino trató de que sus hijas siguieran la línea de producción de silos metálicos, pero el ingenio de ellas superó sus expectativas y ahora son las creadoras de lindas miniaturas metálicas que se han convertido en un atractivo de esta zona.
Ruth Alejandra, Ruth Saraí y Sara Noemí han logrado montar una línea de producción que es solicitada por algunos negocios de artesanía donde los turistas pueden adquirirlas.
Desde muy temprano las jóvenes inician su labor y cada una va dando un toque personal a las piezas.
Ruth Saraí es la experta en candeleros, pero también se dedica a la fabricación de los silos metálicos que los productores compran para almacenar sus granos.
“Me gusta lo que hago y como aprendí muy bien el oficio comencé también con la tarea de hacer piezas grandes. Ahora surtimos a muchos clientes no sólo en Lempira, sino también en otros lugares”, dice.
Juego y trabajo
Al otro extremo de la mesa de trabajo, Sara, en silencio, le da forma con sus manos a una de las piezas. Ella se ocupa de los detalles de las regaderas, ollas, cucharones y otros de los objetos del inventario que mantienen.
Sara tiene 25 años y nos cuenta que desde muy joven aprendió este oficio. “Como mi padre no tuvo varones, nosotras lo apoyamos en su trabajo. Al principio lo tomamos como un juego y ahora es nuestra fuente de trabajo, por ejemplo, yo hago quince piezas diarias”, dijo.
Visión
Ruth Alejandra es la tercera de estas singulares hermanas.
Ella también aporta su talento para el acabado de las artesanías metálicas y al igual que Sara y Saraí sueña con que su producto se venda en otras zonas del país.
“Queremos mostrar lo bueno que hacemos, pero no es fácil extenderse. No perdemos la fe de que algún día tendremos un taller más amplio y con más producción”, dice.
Durante nuestra visita don Maximino dejó su trabajo de soldadura y se acercó al tallercito de sus hijas.
“Imagínese, ahora ellas son las que producen todo, las buscan bastante para hacer trabajos y de eso viven y me ayudan en casa, ahora yo me dedico a mi finquita y a la balconería”, expresó el orgulloso padre.