Como aquellos personajes de las antiguas cortes que se encargaban de hacer reír a los reyes, German Madrid, más conocido como “El Chele Patagorda”, es capaz de arrancar sonoras carcajadas a los funcionarios municipales cuando hacen un paréntesis en su agenda de trabajo.
Casi nadie lo conoce por su nombre de pila, sino por aquel apodo que le estamparon como un membrete desde niño. Por eso dice él mismo que su nombre es “Patagorda” y su apodo es German.
Compañeros de escuela le pusieron así cierta vez que resultó con una pierna hinchada a causa de una fractura.
Por esa capacidad de hacer reír a la gente con sus chistes y ocurrencias, tiene siempre tarjeta de invitación en las fiestas privadas de los políticos, como también de los amigos que viven en las barriadas.
“Lo mismo me da asistir a una fiesta del Club Hondureño Árabe que a Asentamientos Humanos al cumpleaños de un amigo”, dice Madrid.
Para mostrarnos su personalidad nos dio cita en el llamado Muro de los Lamentos, frente al Palacio Municipal, que es como su segunda oficina. “Sea breve con la entrevista porque yo cobro por minuto”, dijo de entrada asumiendo una fingida pose de persona importante.
Su carácter alegre lo heredó de su padre y de sus tíos que eran muy amenos y dueños de una espontánea agilidad mental, según dice. Pero sobre todo, por ser originario de Trinidad, Santa Bárbara, tiene ese don de los “pateplumas” de buscarle el lado humorístico, incluso a los acontecimientos trágicos.
Algunos chistes los hilvana con hechos de la vida real o percances ocurridos a algún conocido personaje político, otros los improvisa.
Cierta vez que se sentó en la silla del barbero, éste le preguntó si le cortaba las patillas. De inmediato “Patagorda” le respondió con su natural sentido del humor, pero sin sonreír: “estás loco, me querés dejar tunco”.
Los funcionarios ríen a mandíbula batiente cuando les cuenta el chiste del burro padrón que se convirtió en burócrata.
Resulta que el animal lo compró el alcalde de cierta municipalidad para agenciarse unos ingresos extras porque era muy pobre, según su relato. Quien quisiera los servicios del asno pagaría una boleta en la tesorería y se lo llevaría temporalmente para mejorar la casta de sus burras. Sin embargo, en poder de la municipalidad el semental más bien se echaba cuando le ponían a la hembra.
Preocupado el alcalde por el decaimiento del animal llamó a un veterinario para que lo examinara. El diagnóstico del profesional fue contundente: “el burro no está enfermo, lo que pasa es que ya no quiere trabajar porque ahora es empleado municipal’.
Los políticos también lo invitan para que rompa el hielo de las reuniones aburridas con sus discursos. Gracias a su militancia dentro del Partido Liberal y su amistad con los dirigentes del partido contrario, siempre cae como gato panza arriba en todas las administraciones.

“A Dios gracias me considero el amigo más sincero del alcalde”, dice orgulloso.
Testimonio
Sus chistes siempre están acompañados del condimento de sus ademanes y gestos.
“Es todo un espectáculo en vivo”, comentó uno de sus admiradores que le hace rueda en el parque.
Así opina
Su mayor satisfacción es ver a la gente feliz con sus chistes cuando está en reunión de amigos, entre los que hay personas de los diferentes estratos sociales.
Solamente se le ve serio cuando está al frente de sus cuadrillas de trabajadores en el departamento de desechos sólidos donde trabaja.