La forma de comprender el mundo es individualista para los niños alrededor de los seis años. La situación puede tornarse preocupante e incontrolable para los padres si estas conductas se prolongan después de esa edad, y el hijo mayor no llega a comprender que el cariño de su madre puede ser compartido.
El psiquiatra y psicoanalista Ramón Clériga opina que si el primogénito continúa manifestando celos enfermizos, es probable que necesite ayuda profesional. También lo es cuando se agrava su conducta, empieza a tener problemas en la escuela y tiene alteraciones constantes en el sueño o en los hábitos alimenticios.
Celos enfermizos
La característica esencial de los celos es el intenso miedo a perder a la figura amada, que en el caso de los niños suele ser la madre.
El sólo hecho de anunciar el embarazo puede provocar en el hijo una reacción de celos, aunque normalmente las manifestaciones surgen cuando comienza a haber una transformación en la vida del pequeño.
Los celos infantiles son normales y son una
reacción que se produce ante el cambio en el sistema familiar. Cuando los signos que se consideran normales se agravan o incrementan es cuando hay que preocuparse. “Pedirle a un niño que deje de sentir ciertas cosas es injusto, tiene derecho a sentir, no hay que tratar de evitarlo. Los niños no son adultos y él va a buscar otra forma de manifestar sus sentimientos como los juegos, bajar su rendimiento escolar o armar berrinches”, comenta David Iriarte, psicólogo en el Centro de Salud Mental San Juan de Dios, también agrega que “no hay que decirle ‘no te sientas as’ porque entonces reprimirá sus sentimientos y será peor esta etapa”.
No hay que ocultarle nada al niño, desde el momento que saben que serán padres de nuevo hay que compartirlo “vas a tener un hermano” e involucrarlo en el proceso. El hermano mayor tiene el rol de cuidar a la mamá como acariciarle la pancita, ir de compras para el bebé para que sienta responsabilidad con el bebé, en lugar de sentirse acosado por el nuevo hermanito.
El hijo sandwich
A su corta edad, el primogénito no es capaz de asimilar el cambio, ya que antes toda la atención era para él y ahora es compartida.
También existe otra estructura familiar en la que se instalan los celos. Se trata de los núcleos familiares con tres hijos.
El segundo puede ser el que la pasa peor porque está entre el primero, que usualmente tiene más privilegios, y el menor, que acapara el cuidado de los padres.
No es raro que las parejas busquen consulta porque ven al niño sufrir y no saben cómo tratar el tema. Transmitir el mensaje de que no se sienta desplazado es difícil y muchas veces el pequeño no lo entiende.
En tanto, el hijo sandwich vuelve a hacerse pipí en la cama o quiere volver a tomar pepe, además tienen pesadillas y los padres no saben cómo solucionar esto.
“Los sueños de los niños celosos suelen girar en torno al recién nacido. Frecuentemente tienen las pesadillas protagonizadas por la figura de un hombre que rapta, se lleva, al bebé. Esto refleja sentimientos ambivalentes del hermano mayor, quien, por un lado, siente cariño por el nuevo bebé en casa, pero, por el otro, también quiere que desaparezca de su entorno”, afirma Clériga.
La situación se agrava cuando los profesores reportan que la conducta del niño ha cambiado considerablemente, se aísla, es muy agresivo y reiteradamente se niega a ir a la escuela.
Lo que deben evitar es
Ocultar el sentimiento amoroso hacia el nuevo bebé.
Hacer comparaciones entre sus hijos.
Manifestar preferencia por alguno.
Intervenir prematuramente en las peleas. Por ejemplo los juguetes.
Hacerle prometer al hijo mayor que se portará bien.
¿Cómo ayudarlo?
Reconocer el sentimiento celoso como algo natural.
Ser tolerante con las regresiones.
Darle la oportunidad de expresar su malestar.
Contarles las vivencias personales con los hermanos cuando eran pequeños.
Enfatizarle las ventajas de ser mayor.