Nota de redacción. Calificar al presidio sampedrano como 'bomba de tiempo' se ha vuelto costumbre. Pero el penal es más que eso, es un mundo de mafias, extorsiones, tráfico de drogas, planificación de secuestros y permanente violación a los derechos humanos. LA PRENSA entró a ese mundo, en el que para sobrevivir se necesita 'dinero, poder y contactos'.
Esta investigación reafirma el interés de LA PRENSA, plasmado en su Tema Bandera, de que el presidio salga del centro de la ciudad por el peligro que representa, que haya un mejor control en su interior y que se ejecuten verdaderas políticas de rehabilitación.
Estos reportajes son producto de un trabajo de ocho meses y se basa en testimonios de reos, ex reos y familiares de presidiarios que han vivido los abusos; también colaboraron autoridades que dejaron al descubierto una realidad que pocos conocemos y que evidencia el deficiente sistema carcelario de Honduras. Los testimonios son de personas que estuvieron recluidas en el 2006. De allí 'Las crónicas desde el penal'.
La celda era oscura, ¿grande? sí, y fría. Y yo era uno entre más de 20. Todos con poco de humanos porque allí adentro te transformas en animal o no sobrevives.
El presidio de San Pedro Sula está en el centro de la ciudad, talvez quienes decidieron que allí debía situarse ese infierno escogieron bien, entras fácil y rápido, manejas tus negocios, pero tienes que penar una eternidad para salir y para salir vivo, el esfuerzo es mayor.
Drogas, sexo, alcohol, puede parecer el paraíso, pero cuando te ves obligado a comprar cocaína y volverte adicto, a ser el amante de turno y a pagar 'renta' por tu cama, a veces prefieres estar muerto.
La adaptación
Era lunes, como las tres de la tarde; mi delito era menor y los abogados de la defensa pública me dijeron que seis meses cuando mucho. Me convencí y me declaré culpable. (El tipo de delito no se revela para mantener el anonimato de la fuente).
Desde afuera no se ve mal, además, para mí, un hombre a quien su mujer había dejado por otro, que a sus 35 años no tenía hijos y con muchos contactos que prometieron no dejarme solo cuando estuviera dentro... la verdad no me importó. Había escuchado historias y estaba dispuesto a vivir de 'gorra' todo ese tiempo. Comida y hotel gratis, un par de 'aleros' allí dentro, el panorama no pintaba mal.
Al salir de la sala, palabras de aliento, mi novia, que después de 20 días jamás volví a ver, ahogada en llanto; mi madre, sí, mi madre, una santa, dándome sus consejos…
La recuerdo como si fuera ayer: 'Hijo, cuídate mucho, sólo Dios hijo, sólo Dios'. Mis amigos, esos que no aparecieron, si llegaban seguramente estuvieran compartiendo mi historia y alguno, tres metros bajo tierra... y los dejé allí, en ese edificio gris, donde no se juzga, se condena y muchas veces a muerte… Yo lo viví.
El camino
Del juzgado me mandaron directo al Penal. Imagino que así se ha de sentir un cerdo en Navidad. El recorrido por el segundo anillo fue, sé que suena irónico, pero fue placentero. Los veía desde adentro de un doble cabina y pensaba 'voy de vacaciones, nos vemos luego'.
Recorrimos la 27 calle, pasamos por Aguas de San Pedro. Cuando nos detuvimos en el semáforo de la 20 comencé a sudar. Una sensación extraña invadió mi cuerpo... es estrés, pensé... ya ven eso esta de moda y sí, hasta cuando eres delincuente lo sufres.
El carro avanzó y tres cuadras después otra luz roja nos detuvo, estábamos en circunvalación. ¿Quiénes están adentro?, era consciente que no iba a ser fácil, pero con los contactos adecuados todo saldría bien. No puedo llegar como el nuevo, alguien tendrá que presentarme, además, no soy un cipote, mi reputación la he ganado, hasta favores he hecho a unos cuantos oficiales, seguro que me tratarán bien... si no que hasta me darán la bienvenida.
El carro giró y todo se volvió fugaz, y en segundos vi el portón. Me pareció más enorme la vieja puerta de metal, esa que pocos imaginan que es una frontera que divide la vida de la muerte... al menos yo no lo creía.
La enorme lámina de acero se abrió y mi vida cambió, cambió para siempre.
Mi primera muerte
El portón se cerró, hasta los rostros de los custodios que durante el camino me parecían amables, ya no lo eran. Ahora tenían poder sobre mí, eran dueños de mi vida, aunque yo procuraba ignorarlo.
Pasé por el registro, huellas, expediente... adentro. Un número más.
Esa noche conocí la verdad. El diablo tiene cara de hombres.
No había pasado media hora cuando me visitó 'la ranfla'. Ellos son los amos del penal.
'Allá afuera dan 10 mil por vos', me dijo uno de ellos. 'Si me das 15 mil, seguís vivo', y allí comenzó la pesadilla.
Llamé a mis contactos, pero nadie respondió. Los amigos que me quedaban no tenían esa cantidad.
Sólo disponía de 24 horas para conseguir 15 mil lempiras.
'La ranfla', una célula del crimen organizado que controla el centro penal de esta ciudad, tenía un precio por mi cabeza... yo ni siquiera había dormido la primera noche en el presidio y para colmo, no tenía dinero.
Me preguntaba ¿Quién, quién podría pagar 10 mil lempiras por matarme? Pensé que no tenía enemigos con esa capacidad afuera, ¿o si? 'Perros, desgraciados, estoy aquí sin quemarlos y ahora me quieren silenciar', pensaba.
La celda, oscura, sucia, maloliente, inhumana, no era mi preocupación. El asco que sentí al entrar en aquel lugar impregnado de orina se había ido, ni siquiera debía pensar en vengarme ¿y cómo? Si ya estaría muerto para entonces.
El día siguiente, con algunos familiares logré recolectar tres mil, que me salvaron la vida a medias. Llegaron cuatro tipos, los peores malandros del presidio y me arrinconaron en la celda. '¿Tenés el pisto?', me preguntaron. Les traté de explicar, pero no escucharon. Tomaron como garantía los pocos billetes que había logrado y uno a uno me cayeron encima. Con puños y hasta con un palo de escoba me daban en la cara, en el costillar, yo gritaba pero en vano. Nadie me quería escuchar. Al final me desmayé del dolor.
Es la ley del presidio, ese día la aprendí. A la mañana siguiente estaba adolorido, rabioso, con deseos de vengarme, pero sin el valor para hacerlo, el miedo era más fuerte que mi frustración y esa sensación me acompañó el resto de mi condena.
Justifico en ese miedo el haberme vuelto adicto, por eso después ni siquiera me inmutaba cuando ‘malmataban’ a un nuevo o cuando se ‘despachaban’ a algún otro.
Un refugio
Ya había pasado dos días en el centro penal y pensaba que me iba a volver loco. A la mañana siguiente busqué un celular, tarea nada difícil cuando estás adentro.
Los hay de toda marca y modelo y ni siquiera te debes preocupar por la autoridad. Busqué protección. No voy a decirles a quién, pero al menos me salvó de la muerte, talvez por temor a que abriera mi boca.
Ese mismo día me trasladaron a la celda de enfermería y desde allí, durante los siguientes ocho meses, vi como otros, quienes no guardaron secretos como yo, sufrieron los peores vejámenes u obligaron a sus familias a vender lo poco que tenían para evitar la muerte.
Otros no tuvieron la misma suerte... ya les contaré sobre ellos.
Así es adentro
Después de ver unas cuantas bienvenidas supe cómo funciona. Seas quien seas, 'la ranfla' siempre estará allí, saben tu punto débil. Ellos ven tu expediente, tienen acceso a esos papeles, y te inventan que la persona a quien afectaste afuera paga por tu cabeza. Te ofrecen la mano, cuando en realidad te están extorsionando. A lo mejor, es mejor creerles, porque si no pagas, te friegan. Si has matado, te hieren, si has violado... seguro te violan.
Después de las primeras semanas, comprendí que no debía vivir sino sobrevivir... y me dediqué a ello. Estando en este refugio es más fácil.
Casi no te tocan, aunque tenés que pagar por la droga, así que después de un tiempo me acostumbré, no iba a pagar para que otro se la metiera. Lo primero era descubrir cómo funcionaba el sistema y adecuarme a él.
'La ranfla', esos tipos que me dieron la bienvenida y por 3 mil lempiras perdonaron mi vida lo son todo: amos y señores del presidio.
Crimen organizado, suena bien en los medios de comunicación, pero es aún mejor cuando lo ves funcionar. Cada pieza en su sitio, organigrama vertical. El jefe da la orden y todos la cumplen.
En las drogas está el billete
Si se quiere hablar de negocios, ése es el 'bussines', la droga.
Dentro del penal se ‘mueven’ entre 500 gramos y un kilo de coca a la semana. Sé que nunca se ha encontrado esa cantidad en un operativo y eso que he visto muchos. Hallan carrucos, pero nunca libras de marihuana. De la hierba más o menos se ‘mueven’ entre 50 y 60 libras semanal y de 500 a 800 piedras de crack.
La ronda –revisión dos veces al día que hacen los custodios en las celdas para asegurarse que todos los internos están en su lugar- no te preocupa cuando son los custodios, sino cuando llega 'la ranfla'. Ellos dominan a los coordinadores de celdas.
Aunque parezca increíble, los coordinadores son presos, de confianza de las autoridades; sin embargo 'la ranfla' está sobre ellos.
Ellos deciden. De algo me di cuenta, nada se mueve dentro si ellos no lo saben.
No culpo ni eximo a nadie, pero aunque los directores lleguen con buenas intenciones sólo tienen dos opciones: O se alinean o se van.
La historia bajo la línea roja
Terror
Los testigos califican el penal como 'Otro mundo, lleno de maldad, intriga y una verdadera escuela del crimen donde lo que importa es sobrevivir a como de lugar'.
Labor
Mientras el trabajo se realizaba surgieron varios cambios a lo interno del centro penal específicamente de los miembros de 'la ranfla', el mandamás del penal.
Récord
Los entrevistados dicen que la mayor parte de la droga entra los días que son de visita. Cuando van a dejar comida a los internos.
En cifras
Precios
Droga
Fuera del presidio a una onza le sacan de L 60 a 70, adentro vale L150. A la venta de una onza le ganan L 16 mil. Las piedras de 'crack' cuestan entre 50 y 80.
Licor
Gangas
Las botellas de aguardiente las dan en promoción, compra dos gramos de coca y le regalan una de chicha.
Trabajo
Equipo
La Prensa desplegó un equipo durante ocho meses para trabajar junto a reos y ex reos. Damos a conocer lo que pudimos corroborar, hay actividades y nombres que nos nos fue posible ratificar.
Frases
'Las juezas de ejecución llegan al penal, pero lo malo es que avisan cuando van a llegar y todo el mundo empieza a limpiar las bartolinas; cuando aparecen todos están cambiaditos y nadie habla de los problemas'.
'Hay vendedores independientes de la droga, pero meten el alucinógeno por sus propios medios, con sus propias mulas y es la que generalmente decomisan en los operativos. Pero nadie vende sin pagar impuesto a ‘la ranfla’'.