Ciudad de México
Fernando del Solar ha vencido a la muerte, sin embargo, lo perdió todo: salud, trabajo, dinero, popularidad, amigos, su matrimonio y hasta las fuerzas para luchar.
En 2012 pasaba por lo que consideraba su mejor momento: se acababa de casar con Ingrid Coronado, era padre de dos niños y el conductor titular del programa Venga la alegría. Sí, tenía fama, éxito, dinero y amor. “Todo lo que había pedido, lo que había creado en mi cabeza, a lo que aspiraba, ya lo había cumplido. Decía: ‘Ya hice todo, ¿qué más?’. Ya no me hacía falta más”, recuerda.
Y entonces aparecieron los primeros síntomas: problemas para respirar y agitación al menor esfuerzo. El diagnóstico fue linfoma de Hodgkin o cáncer linfático. Ahí comenzó una larga batalla con pequeños triunfos, pero cuyo punto crítico llegó a finales de 2015, cuando el argentino tuvo una tercera recaída, la más brutal y devastadora.
Renacimiento
Pasó 21 días en un coma inducido, perdió alrededor de 70 libras y los médicos se declararon vencidos, al grado de recomendarle a la familia del presentador que lo desconectaran de los aparatos con los que sobrevivía.
Y aunque ganó la pelea, ponerse de pie tampoco fue sencillo. “Fue como volver a nacer. Me refiero de manera literal en el sentido que me tenían que cambiar, que dar de comer, bañar, limpiar y todo lo que se le hace a un bebé”.
Pero en ese proceso aprendió a revalorar la vida y cada pequeño placer que esta ofrece.
No se le olvidan esos días en que la comida le sabía a cartón, por eso ahora comer es un acto que disfruta y no solo la satisfacción de una necesidad física. “Ahora lo toco, lo huelo, lo siento, lo abrazo todo; hago todo desde otro lugar, intentando que todos mis sentidos estén presentes dentro de eso que me gusta hacer”.
También atesora los momentos en que se va a la cama y se pierde en el mundo de los sueños. Antes, cuando intentaba dormir, la impotencia, sus miedos y demonios, así como la ansiedad ante la idea de no volver a despertar, no lo dejaban. ¿Por qué a él?, se preguntaba repetidamente. La respuesta la buscó en la ciencia, en los libros, en las distintas religiones; platicó con rabinos, sacerdotes y tanatólogos.
Al final, logró un nivel de conciencia en el que concluyó que el cáncer y su sufrimiento fueron elecciones personales para lograr un crecimiento espiritual.
“Cuando entiendes que absolutamente cada cosa es tu responsabilidad y que tú creaste esa realidad, todo cambia porque ya no le echas la culpa al azar, a la mala suerte o al otro, sino que entiendes que tú te pusiste ahí. Que yo esté aquí fue mi decisión.
El mundo va a seguir te mueras o no, ¡eso fue lo que entendí! Tú disfrutas, creas tu mundo, tu realidad y el tiempo para ti. ¿Quieres un tiempo acelerado o prefieres gozar a través de tus sentidos cada instante?”.