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Aclamado, pero en bancarrota

  • Actualizado: 07 julio 2009 /

La empresa Christian Lacroix, donde el modisto es un asalariado, necesita de un milagro financiero para evitar el despido de un centenar de puestos de trabajo altamente calificados.

En bancarrota contable, Christian Lacroix ha realizado una colección excepcional con joyas y zapatos prestados, tejidos regalados, hilos ofrecidos por una amiga rica, costureras sin cobrar la última paga, en un local alquilado sin saber quién pagará la factura, abandonado por los financieros y apoyado por historiadores y museólogos de la Alta costura.

Los propietarios del grupo Christian Lacroix, donde el modisto ejerce como director, sin cobrar desde hace meses, tiraron la toalla empresarial hace semanas, tras una constatación trágica: con una cifra de negocios de 30 millones de euros, Christian Lacroix tuvo el año pasado 10 millones de pérdidas.

Declarada la bancarrota, Lacroix, el modisto, decidió entablar su penúltima batalla: una última colección realizada a crédito, gracias a las amistades que decidieron no volver a presentar las facturas impagadas y aún se han prestado a ofrecer hilo, tejidos y joyas para dar al gran modisto una oportunidad, avalada por las más altas instancias culturales del Estado, que han ofrecido a Lacroix el Musée des Arts Décoratifs para presentar sus nuevas creaciones, en busca de un financiero audaz.

Demacrado
Lacroix ha perdido 15 kilos en apenas mes y medio.

“Estoy muy a la moda”, comenta, con amarga ironía. “En las empresas, la moda son las reducciones de plantilla, el adelgazamiento. Yo he perdido 15 kilos. La crisis ha agudizado mi hambre de alta costura, de creación. No entiendo nada de chanchullos empresariales. Soy un creador y lo seré hasta mi muerte”, dijo.

La empresa Christian Lacroix, donde el modisto es un asalariado, necesita de un milagro financiero para evitar el despido de un centenar de puestos de trabajo altamente calificados.

El modisto, al timón de un navío que se hunde, triunfa entre los historiadores de la alta costura, prestándole la alfombra roja que conduce a la gloria museística.

A la luz de sus resultados, milagrosos o letales, el desfile del Musée des Arts Décoratifs será una marcha triunfal o un viacrucis. Cuando caiga el telón del último modelo, la suerte estará echada, un financiero le lanzará el capote de unos millones de crédito empresarial, o la empresa Christian Lacroix pasará a mejor vida, enterrada en el campo de honor de las estrellas muertas.

El modisto confía en la magia del gran arte: presentar una colección de maravillas cuya luz diamantina haga retroceder las oscuras sombras que han puesto cerco a su casa.

Emotivo
“Christian Lacroix forever” podía leerse en una banderola mientras resonaba una intensa ovación: los asistentes al desfile de alta costura de Christian Lacroix le manifestaron el martes su respaldo y la esperanza de que siga creando, pese al riesgo de cierre que corre su casa.

Sólo unas 280 personas pudieron asistir al desfile, el más esperado de las presentaciones de alta costura parisina para la próxima temporada otoño-invierno, y que podría ser el último de la casa Lacroix.