California, Estados Unidos.
Al igual que el personaje de Samantha Jones que le dio la fama en la serie 'Sexo en Nueva York', la actriz Kim Cattrall (60) se niega a permitir que su edad, o el hecho de que lleve años soltera, afecten negativamente a su vida sexual.
'Quiero ser una persona sexualmente activa durante todo el tiempo posible. No quiero arrepentirme de nada, incluso si estuviera metida en una relación de 35 años en la que sintiera que ya no tengo nada en común con otra persona, probablemente necesitaría un cambio. A lo mejor acabo poniendo el mundo del revés, quién sabe... Llegados a este punto de la vida, empiezas a cuestionarlo todo', aseguró la intérprete a la revista
HELLO!
Aunque en un principio a Kim le costó adaptarse a su nueva vida en solitario, tras concluir en 2009 su romance con el chef Alan Wyse, 22 años más joven que ella, con el tiempo ha aprendido a disfrutar de una situación personal en la que tiene que preocuparse solo y exclusivamente de ella misma.
'Hoy en día resulta muy duro estar soltera. Yo llevo soltera ya siete años. Evidentemente he tenido mis citas, pero ha sido un cambio duro para mí. Pero lo que más curioso me resulta, y además me da un poco de miedo, es lo cómoda que me siento teniendo tiempo para mí misma'.
Aunque en un principio a Kim le costó adaptarse a su nueva vida en solitario, tras concluir en 2009 su romance con el chef Alan Wyse, 22 años más joven que ella, con el tiempo ha aprendido a disfrutar de una situación personal en la que tiene que preocuparse solo y exclusivamente de ella misma.
'Hoy en día resulta muy duro estar soltera. Yo llevo soltera ya siete años. Evidentemente he tenido mis citas, pero ha sido un cambio duro para mí. Pero lo que más curioso me resulta, y además me da un poco de miedo, es lo cómoda que me siento teniendo tiempo para mí misma'.
'Tengo mi trabajo, que me reporta muchas satisfacciones, y mis amigos, que son maravillosos. También puedo dedicarme por completo a mis aficiones y hacer cosas nuevas: leer y aprender a tocar el ukelele. Así que no puedo evitar pensar: ¿De verdad quiero añadir un hombre a la ecuación?'.
