19/12/2025
11:47 AM

La cosecha de soya argentina abulta las arcas del gobierno

  • Actualizado: 29 mayo 2014 /

Con la cosecha en pleno apogeo hasta julio, las exportaciones de soya han generado más de US$8.000 millones y se cree que alcanzarán un récord de US$29.000 millones.

Pergamino, Argentina.

A lo largo de las principales regiones agrícolas del país, los productores han luchado por años contra el go­bierno populista de Cristina Fernán­dez de Kirchner.

Ahora, su cosecha récord de soya está dándole un impulso a su néme­sis, al aumentar las reservas inter­nacionales que son vitales para ayu­dar al gobierno a evitar otra crisis de divisas. El miércoles, el Banco Cen­tral dijo que la cosecha le ayudaría a mantener su nivel actual de reser­vas, de US$28.000 millones, hasta final de año.

Los cultivadores son conscien­tes de la ironía: “Uno de cada tres camiones que cargamos va direc­tamente al gobierno”, dijo Carlos Bunge, agricultor y descendiente de la familia que hace 130 años fun­dó la compañía germano-argentina de comercio de granos. “Uno siente como si estuviera alimentando a un monstruo”.

Con la cosecha en pleno apogeo hasta julio, las exportaciones de soya han generado más de US$8.000 millones y se cree que alcanzarán un récord de US$29.000 millones, se­gún datos oficiales y proyecciones de los analistas.

La soya es el grano más rentable para Argentina, representando cer­ca de un tercio de las ventas del país al exterior por valor.

Para Argentina, el dinero no po­dría llegar en mejor momento, a me­dida que el país enfrenta un enfria­miento de su economía, la tasa de inflación más alta de América Lati­na después de Venezuela y una agu­da escasez de reservas extranjeras, además de un limitado acceso a los mercados financieros internacio­nales desde su cesación de pagos de 2001.

El gobierno de Fernández de Kir­chner ha pedido a los agricultores, contra su voluntad, que vendan sus granos más rápido para evitar una repetición de la desastrosa corrida sobre la moneda ocurrida en enero. Su jefe de gabinete, Jorge Capitanich recientemente se reunió con los prin­cipales exportadores del grano en el palacio presidencial para explicar sus argumentos.

“Hay buenos prospectos este tri­mestre, con muy buenos precios”, dijo Capitanich a reporteros des­pués de la reunión. “Eso significa flujos de capital y empleos”.

No obstante, los agricultores, que aseguran que se sienten afec­tados por lo que consideran una re­gulación e impuestos excesivos, es­tán resistiéndose. Los productores están vendiendo parte de su cosecha para pagar deudas después de que el gobierno de Fernández de Kirchner pusiera fin este año a los préstamos subsidiados a la agricultora.

No obstante, los agricultores quieren quedarse con el resto mien­tras más puedan para protegerse contra la inflación y un previsto debilitamiento del peso argentino, además de aprovechar los precios más altos que se dan después de la cosecha.

“El grano es como tener efecti­vo debajo del colchón”, dijo el agri­cultor Francisco Santillán mientras recorría un tramo de un terreno de 2.200 hectáreas que administra en las afueras de Pergamino. “No usa­mos bancos, usamos silos”.

Las haciendas gigantescas de este rico cinturón agrícola ubicado a unos 240 kilómetros al noroeste de Buenos Aires rodean Pergamino, una ciudad tranquila y conservado­ra de 100.000 habitantes que viven en casas de ladrillo de una planta y pasean los fines de semanas en una pintoresca plaza central donde se destaca la catedral.

La aparente tranquilidad, no obstante, oculta una tradición re­belde que se remonta al siglo XVII, cuando Pergamino era parte de una ruta clandestina de contrabando que intentaba eludir las restric­ciones comerciales impuestas por España.

En 2008, cuando Néstor Kirch­ner, el difunto marido y predecesor de Cristina Fernández de Kirchner, trató de aumentar los impuestos a las exportaciones de soya de 35% a una tasa flotante con un tope de 50%, los agricultores de la pampa bloquearon carreteras y clausura­ron el comercio de granos y carne. Al final, el Congreso se pronunció en contra de la propuesta.

El gobierno kirchnerista sigue batallando contra los agricultores, acusándolos de ser golpistas y oli­garcas. La presidenta ha dicho que los agricultores han sido bendecidos con riqueza y ganancias, una abun­dancia que debe ser compartida con los más desposeídos del país. Pero las políticas de los Kirchner han reflejado la supremacía de la soya.

Los Kirchner detuvieron en for­ma periódica las exportaciones de maíz, trigo y carne para contener los altos precios en el mercado lo­cal. Sin embargo, jamás restringie­ron las exportaciones de soya, la que se usa principalmente como alimen­to para animales pero también para tofu, aceite de cocina y salsa de soya y que la gran mayoría de los argen­tinos no consumen.

Este año, el gobierno ha adopta­do medidas para estabilizar el peso y revertir el descenso de las reservas internacionales, principalmente al elevar las tasas de interés y reducir los populares subsidios de energía y agua a los consumidores.

Mientras maniobraba su ve­hículo 4x4 en un camino agreste en su hacienda de 50 hectáreas, Bunge reconoció que planeaba a regañadientes vender más de su cosecha de lo que le gustaría debi­do a problemas para obtener cré­dito para pagar sus cuentas. “Es muy difícil pensar a largo plazo”, sostiene.