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Para reducir el estrés, acepte su Tipo B interno

  • 06 noviembre 2015 /

Al evaluar el talento tendemos a caer en un modelo de liderazgo más predecible, de alto estrés y elevada intensidad

Washington, Estados Unidos.

El estrés y yo hemos tenido una larga y complicada relación. Al principio de mi carrera, a menudo parecía que mi estilo de administración tranquilo y naturalmente de bajo estrés era un impedimento para avanzar (eventualmente trabajé en administración durante más de dos décadas y llegué a ser vicepresidente).

Durante las décadas que he trabajado en el mundo de los negocios, a menudo he observado una dinámica similar: las personas clásicamente Tipo A de alto voltaje (agresivas, impacientes, con altos niveles de estrés) en la mayoría de los casos terminaban en los roles de liderazgo superiores, mientras que gente Tipo B extremadamente capaz (calmada, paciente, más relajada) terminaba en puestos de menor nivel.

Al evaluar el talento, tendemos a caer por default en un modelo de liderazgo más predecible de alto estrés y elevada intensidad.

Esto encierra dos problemas grandes:

_ El comportamiento Tipo A no controlado crea un ambiente persistentemente estresante para el equipo. Es una receta para que los empleados se desconecten.

Todos conocemos gerentes Tipo A de alta intensidad en los que se puede confiar para la realización de un proyecto difícil, aunque dejen un rastro de cuerpos a su paso.

Finalmente, no es un modelo eficiente a largo plazo. Un estilo de administración crónicamente saturado de estrés genera desgaste en la gente y rotación de personal.

La mejor administración es sustentable, el estrés no.

La simple realidad es que la gente no trabaja a pleno potencial cuando está ansiosa.

_ Muchos gerentes Tipo B potencialmente excelentes son pasados por alto porque no se han ganado su medalla al mérito por estrés. Esto puede frustrar a individuos talentosos.

Los gerentes destacados como que no abundan tanto como para que nos demos el lujo de limitar la reserva innecesariamente.

La mayoría de nosotros, por supuesto, no tenemos exclusivamente personalidades Tipo A o Tipo B, sino que poseemos elementos de ambas. Podemos cultivar conscientemente la calma y bajar el volumen A mientras aceleramos al B interno.

Al hacerlo, generamos cambios tanto físicos como emocionales. Los efectos benéficos han sido bien documentados desde la década de los 50.

Hay un efecto dominó: un comportamiento más relajado puede generar mejores resultados de liderazgo.

Cuando se les respalda con un firme compromiso con la calidad y la excelencia, y cuando les apoyan empleados motivados que valoran un menor estrés en su vida laboral, las personas Tipo B pueden ser líderes altamente productivos.

(Víctor Lipman es autor de The Type B Manager: Leading Successfully in a Type A World. Es dueño de la firma consultora Howling Wolf Management Training).