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A los mercados emergentes les espera un camino lleno de baches

  • 21 enero 2014 /

2013 fue un mal año para los mercados emergentes que estuvieron pendientes de la reducción del estímulo económico en Estados Unidos.

Washington, Estados Unidos

2013 fue un mal año para los mercados emergentes que estuvieron pendientes de la reducción del estímulo económico en Estados Unidos. Este año, el pronóstico es aún más complejo.

El péndulo del crecimiento global se aleja de los mercados emergentes y se acerca a EE.UU. e incluso a la atribulada Europa.

Los flujos de capital alguna vez robustos están disminuyendo. Y años de una expansión con el acelerador a fondo han dejado a algunas mercados emergentes con fundamentos económicos poco firmes, en general los países que importan más de lo que exportan.

En resumen, tras años de distorsión debido a crisis y a reacciones a las crisis, el mundo vuelve a equilibrarse. Para los mercados emergentes, esto significa un camino lleno de baches.

Steen Jakobsen, economista jefe de Saxo Bank, dice que las economías emergentes de Asia, en particular, necesitan priorizar inversiones a más largo plazo pero de menor rendimiento, como las de infraestructura, y aceptar un crecimiento menor. El noreste de Europa necesita consumir más mientras que el sureste del continente necesita consumir menos. “Todos están entrando a una nueva etapa”, observa.

Los inversionistas están muy conscientes de la tormenta. Los mercados emergentes están saliendo de un año con un rendimiento pésimo que se destaca en medio de un entorno de alzas en los precios de los activos y un creciente apetito por el riesgo en casi todas partes.

Durante los últimos 12 meses, el índice de acciones de mercados emergentes MSCI, en dólares, ha caído 10%; el índice de bonos soberanos de mercados emergentes de Merrill Lynch ha bajado 17%.

El Promedio Industrial Dow Jones ha subido 20% y el Stoxx Europe 600 ha avanzado 17%. El Nikkei de Japón ha registrado un aumento de 47% e incluso ajustado a la caída del yen ha subido 26%. Los activos riesgosos como los bonos corporativos de alto rendimiento en Europa han tenido un buen desempeño, pese a la caída de los emergentes.

Parte de la incertidumbre provino de la decisión de la Reserva Federal de EE.UU. de reducir su programa de estímulo monetario. Los inversionistas que habían colocado el exceso de efectivo en inversiones en mercados emergentes (debido a que las compras de bonos del Tesoro por parte de la Fed habían reducido los rendimientos) pusieron reversa. Entre junio y diciembre de 2013, los inversionistas retiraron US$89.000 millones de fondos de acciones y bonos de mercados emergentes, según EPFR Global, un proveedor de datos cuyas cifras cubren muchas, aunque no todas las inversiones (La Fed planteó la reducción del estímulo a fines de mayo).

En los dos años previos, los inversionistas habían apostado US$155.000 millones. Los rendimientos de bonos soberanos de largo vencimiento se han disparado en los mercados emergentes, superando el alza en los retornos de los bonos del Tesoro que se produjo tras la reducción del estímulo. Los precios de los bonos caen cuando los retornos suben. Pero los problemas van mucho más allá de lo que decida la Fed.

Los inversionistas ahora huyen sobre todo de países con amplios déficits de cuenta corriente, entre ellos los llamados Cinco Frágiles: Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía.

El grupo depende de dinero extranjero para cerrar la brecha. La incertidumbre política es otro lastre. Los países sumidos tanto en problemas políticos como económicos, como Turquía —, que lucha con un déficit de cuenta corriente y un escándalo de corrupción— tienen lo peor de los dos mundos.

La desigualdad definirá la próxima década

La globalización ha hecho del mundo un lugar más igualitario, elevando las fortunas económicas de miles de millones de personas de escasos recursos en los últimos 25 años. Pero, al mismo tiempo, ha hecho que los países ricos sean más desiguales, reduciendo los ingresos de la clase media y baja.

Durante un tiempo, la crisis financiera parecía haber revertido la tendencia hacia una mayor desigualdad en los países industrializados. Pero los datos más recientes sugieren que fue sólo una breve interrupción.

En torno a 2010, las tendencias previas a la crisis se restablecieron, a medida que el estímulo del gobierno dio paso a la austeridad, las prestaciones por desempleo se agotaron y las medidas de los banqueros centrales impulsaron los retornos sobre los activos financieros, ayudando más que nada a los acaudalados.

Las cifras compiladas por Emmanuel Saez, de la Universidad de California en Berkeley, y Thomas Piketty, de la Escuela de Economía de París, mostraron que en 2012 el 10% con mayores recursos se quedó con la mitad de todos los ingresos generados en EE.UU. Esa cifra es la más alta desde 1917, el primer año del que se dispone información. “Creo que tenemos un problema político.

En algún momento, las clases medias en países ricos podrían oponerse a la globalización”, apunta Piketty.
Un orden mundial en el que una mayoría se beneficia —pero una minoría influyente, no— podría no ser sostenible por mucho tiempo.

Algunos expertos prevén que estas disparidades se arraiguen más en las economías más pudientes y que las divisiones entre los muy ricos y el resto dependerán de si tienen acceso a capital.

De tener razón, las sociedades desarrolladas regresarían de alguna manera al mundo de los siglos XVIII y XIX.

En ese mundo, la verdadera riqueza provendría de encontrar a un cónyuge rico o en heredar propiedad. La idea del siglo XX de que la riqueza en gran parte depende del éxito una carrera de trabajo duro bien remunerada se empezaría a desvanecer