Las expectativas eran grandes. Todo el mundo hablaba de él, del cipote de 20 años del Real España, Henry Martínez. Recordaban que contra Marathón había sido uno de los verdugos y los aficionados todavía mantenían en la retina sus incursiones por la banda izquierda donde hizo lo que quiso con sus marcadores.
Pero fue mucho para el cipote, tal vez las críticas a su favor lo elevaron o probablemente el miedo escénico de estar en una gran final hicieron mella.
Las cosas del fútbol, el técnico olimpista Juan Carlos Espinoza de manera estratégica como si hubiera intuido que a Martínez le pesaría la responsabilidad, dejó libre esa banda derecha.
Todo el mundo se imaginó que sucedería como en otras ocasiones, que el juvenil se luciría por ese carril, pero desde las primeras de cambio el espigado jugador no las tenía consigo. Cuando quería maniobrar, el balón se le quedaba o cuando simplemente quería pararlo.
Martínez lució mal porque el balón casi siempre se le escurría por el lateral. Por si fuera poco, la única oportunidad que se le presentó y donde el Real España hubiese sentenciado el partido con un 3-1, falló.
Fue una jugada del recién ingresado Melvin Valladares que por el ala derecha, superó la marcación del lateral Wilfredo Barahona, y rezagó perfecto, pero Martínez en vez de zambullirse de cabeza, solo y su alma, quiso parar de pecho con tan mala técnica que terminó regalándole el esférico al golero Donis Escober, que le agradeció el obsequio.
A excepción de esta jugada Henry Martínez no volvió a aparecer en el partido.