La pesadilla que Alba Ignacia Sabillón había tenido, se hizo realidad. En aquel horrible sueño se vio en alas de la muerte cuando el bus en el que viajaba con un grupo de hermanos de la Iglesia Hondureña del Evangelio de Cristo se fue a un precipio.
El mismo terror que había vivido en aquella pesadilla lo volvió a vivir el domingo. La unidad en que se transportaba desde Chamelecón a una reunión evangélica en Santa Bárbara, se fue a un abismo. Hubo gritos de terror como en la pesadilla y cuerpos que chocaban unos contra otros o contra los asientos del bus hasta quedar apilados cuando el bus dejó de rodar y se detuvo en un árbol a mitad de la hondonada. Fue un milagro que solamente la hermana Emy falleciera.
Cuando Ignacia le relató el sueño a Cindy Valladares y le confesó su temor por el viaje, ésta le dijo que no se preocupara, que lo que sucedía es que estaba nerviosa, pero que confiara en Dios que todo iba salir bien.
Cindy Valladares dijo en la habitación del hospital que la mano de Dios los protegió para que la desgracia no fuera mayor ya que si la unidad hubiera seguido rodando, tal vez hubiesen muertos todos.
El conductor del bus, Daniel Eduardo Tovar, relató que le fallaron los frenos en la parte final de una bajada, que además, tiene una curva muy encerrada.
El bus, que iba a una velocidad de cien kilómetros por hora, pegó en la barra de hierro que protege la curva y salió disparado, elevándose al menos veinte metros por el aire, lo que le permitió superar una zanja profunda y rocosa.
La unidad cayó sobre sus cuatro ruedas y un árbol lo detuvo a unos cien metros más abajo. En ese momento se abrió la puerta y salieron disparados hacia afuera la joven fallecida y Jorge Luis Orellana, ayudante del bus. El cuerpo de Emy chocó contra un árbol, varios pasajeros la subieron hasta la carretera pero cuando llegó la ambulancia ya había fallecido.