El cumplimiento de su deber como oficial de la Policía Nacional lo llamó sin imaginar que sería su última misión como miembro de esta entidad de seguridad en el país.
Como parte del seguimiento a una investigación que llevaba varios días ejecutándose en la capital por una de las unidades policiales, Julio Ernesto Cáceres Sánchez salió del destacamento al que estaba asignado junto con sus compañeros de armas.
Su objetivo estaba centrado en la colonia Buenas Nuevas, al norte de la ciudad, zona reconocida por el dominio férreo de la Pandilla 18.El subinspector de policía Cáceres Sánchez alistó sus armas y demás implementos para la operación.
Cáceres Sánchez y un grupo de agentes de la Policía iban a ejecutar la captura de un cabecilla de la Pandilla 18, a quien tenían plenamente ubicado.
Eran las 10:30 am.Los uniformados se bajaron de los vehículos y con el objetivo en el lugar subieron un buen número de gradas hasta llegar a la casa donde estaba refugiado el presunto marero. Casi de inmediato, al estar frente a la casa, el oficial Julio Cáceres intentó derribar la puerta asestándole golpes por la parte de la cerradura, pero en el mismo instante, un hombre abrió y en el acto disparó en reiteradas ocasiones.
Al menos dos de los proyectiles impactaron directamente en partes sensibles de la humanidad del novel oficial y, aunque de acuerdo con la información brindada por la Policía él andaba chaleco antibalas, los disparos ingresaron por el costado, donde no le protegían las placas metálicas del chaleco.
Cáceres fue auxiliado por sus compañeros de misión, quienes intentaron darles los primeros auxilios, pero fue una tarea imposible.
Elementos de distintas unidades policiales y militares montaron un cerco de seguridad para capturar a los responsables de la muerte del subinspector. Siete jovencitos fueron detenidos.
El muchacho de 27 años murió en manos de sus compañeros en una calle de la conflictiva colonia Buenas Nuevas. Casi al mismo tiempo se produjo un intercambio de disparos con el pandillero, pero este logró darse a la fuga.
Rápidamente, los mismos agentes informaron a sus superiores de lo suscitado y un feroz dispositivo policial y militar se desplegó en toda esa parte de Comayagüela con el fin de capturar al asesino del oficial Cáceres.
Al cabo de unos minutos, elementos de la Policía Nacional y de la Policía Militar capturaron a siete jovencitos, todos en los alrededores de donde se produjo el crimen; uno de ellos recién dejó la prisión donde estuvo por asociación ilícita.
