Tegucigalpa, Honduras.
San Buenaventura es un pueblo de Francisco Morazán lleno de color, pero ayer el dolor ensombreció sus calles al llorar a dos de sus habitantes más queridos.
Los gemelos Augusto y Jafeth Lagos de apenas diez añitos se fueron y nunca más sus familiares ni vecinos oirán sus voces ni reirán de sus travesuras. Los gemelos, como todos les decían, murieron trágicamente el pasado domingo en un accidente en la carretera al sur del país. Ellos viajaban en el carro de la familia con su abuelo y su tío cuando chocaron contra una rastra luego de perder el control por haber colisionado con otro vehículo.
Ayer, en medio de recuerdos y llantos desgarradores, los dos angelitos fueron despedidos.
Afuera del velatorio había un grupo de niños vestidos con uniformes escolares, los amiguitos de los gemelos dejaron sus pupitres para despedirlos por última vez. Los gemelitos no regresarán, pero su risa y su carisma se quedará para siempre en la memoria de sus seres queridos.
San Buenaventura es un pueblo de Francisco Morazán lleno de color, pero ayer el dolor ensombreció sus calles al llorar a dos de sus habitantes más queridos.
Los gemelos Augusto y Jafeth Lagos de apenas diez añitos se fueron y nunca más sus familiares ni vecinos oirán sus voces ni reirán de sus travesuras. Los gemelos, como todos les decían, murieron trágicamente el pasado domingo en un accidente en la carretera al sur del país. Ellos viajaban en el carro de la familia con su abuelo y su tío cuando chocaron contra una rastra luego de perder el control por haber colisionado con otro vehículo.
Ayer, en medio de recuerdos y llantos desgarradores, los dos angelitos fueron despedidos.
Afuera del velatorio había un grupo de niños vestidos con uniformes escolares, los amiguitos de los gemelos dejaron sus pupitres para despedirlos por última vez. Los gemelitos no regresarán, pero su risa y su carisma se quedará para siempre en la memoria de sus seres queridos.
