Tegucigalpa, Honduras.
“Fueron un regalo para su familia, pero también fueron un regalo para Honduras”.
Así consideraban los hermanos de la iglesia Oasis a Marco Tulio Amaya y su hijo Tulio Antonio Amaya Sorto, ambos asesinados por delincuentes el pasado domingo en la capital. Entre lágrimas de dolor y cánticos de confortación fueron sepultados este martes los restos mortales de los dos hondureños, víctimas de la criminalidad. Los hijos del maestro, ahora extinto, recordaron a su padre como un hombre ejemplar y amoroso. Joel Amaya Sorto, hijo menor de la familia, con inusual serenidad manifestó que “mi papá nos deja un gran legado, a mis 32 años lo disfruté y lo amé, lo que somos nosotros es gracias a él y mi mamá”, resaltó
“Mi padre estaba pendiente de sus hijos, de sus nueras, de mi mamá, en fin, de todos” enfatizó
Compañeros
Al concurrido sepelio llegaron personas de todas las edades, desde niños hasta gente de la tercera edad, todos lamentaron la partida sin retorno de padre e hijo.
Mientras tanto, las muestras de ánimo continuaban por parte de feligreses, al manifestar que “han cambiado de una residencia temporal a una residencia eterna”.
Al último adiós también se hicieron presentes compañeros egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam), quienes expresaron el dolor por la muerte de su amigo.
Todavía incapacitado para su movilidad, Ángel Amaya, quien resultó herido en el violento ataque, llegó a darles el doloroso adiós y hasta pronto a su padre y hermano.
“Les doy gracias a mi familia y mis amigos por estar aquí, es un hasta pronto”.
“Fueron un regalo para su familia, pero también fueron un regalo para Honduras”.
Así consideraban los hermanos de la iglesia Oasis a Marco Tulio Amaya y su hijo Tulio Antonio Amaya Sorto, ambos asesinados por delincuentes el pasado domingo en la capital. Entre lágrimas de dolor y cánticos de confortación fueron sepultados este martes los restos mortales de los dos hondureños, víctimas de la criminalidad. Los hijos del maestro, ahora extinto, recordaron a su padre como un hombre ejemplar y amoroso. Joel Amaya Sorto, hijo menor de la familia, con inusual serenidad manifestó que “mi papá nos deja un gran legado, a mis 32 años lo disfruté y lo amé, lo que somos nosotros es gracias a él y mi mamá”, resaltó
“Mi padre estaba pendiente de sus hijos, de sus nueras, de mi mamá, en fin, de todos” enfatizó
Compañeros
Al concurrido sepelio llegaron personas de todas las edades, desde niños hasta gente de la tercera edad, todos lamentaron la partida sin retorno de padre e hijo.
Mientras tanto, las muestras de ánimo continuaban por parte de feligreses, al manifestar que “han cambiado de una residencia temporal a una residencia eterna”.
Al último adiós también se hicieron presentes compañeros egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam), quienes expresaron el dolor por la muerte de su amigo.
Todavía incapacitado para su movilidad, Ángel Amaya, quien resultó herido en el violento ataque, llegó a darles el doloroso adiós y hasta pronto a su padre y hermano.
“Les doy gracias a mi familia y mis amigos por estar aquí, es un hasta pronto”.