Una de las bodas más esperadas por la sociedad llegó y se celebró con la sobriedad, protocolo y elegancia de los enlaces de antaño. Sus protagonistas fueron María Alexandra Kattán Lockmer y Fabián Quintero Rodríguez.
Ese sábado fue especial para los enamorados y sus seres queridos que se trasladaron hasta Tela para compartir la celebración que comenzó con una solemne misa en el templo católico San Pedro y San Pablo.
Fabián, hijo de la inolvidable dama Eugenia de Quintero y su querido padre Lauro Quintero, y Alexandra, hija de Alexandra Lockmer de Paz y Jaime Daniel Katttán Facussé se juraron amor eterno en una linda liturgia engalanada al estilo de las bodas de los pueblos griegos con un centenar de campanas de papel y delicados arreglos de margaritas silvestres.
La novia vistió un ajuar de la diseñadora europea María Karim. Como la tradición nupcial es lucir algo prestado, María Alexandra optó por unos exquisitos pendientes de la firma Harry Winston que su abuela materna María del Carmen Meza le escogió para esa especial ocasión.
Recepción
A las ocho de la noche y aplaudidos por sus selectísimos 120 invitados, Fabián y María Alexandra arribaron hasta la impresionante recepción donde imperó el buen gusto y los detalles.
Se desbordó en buen gusto porque para la madre de la novia, la famosa organizadora de bodas y eventos Alexandra Lockmer, la distinción y la exquisitez en la boda de su hija fue prioridad.
En las cuatro elegantísimas mesas imperiales cubiertas con mantelería en delicado tono blanco cubiertos con rosas de cintas de seda destacaban las hermosas bases de espejos diselados en corte baguette de donde sobresalían perfumados y exuberantes lirios Casablanca. Dos imponentes palmas real se destacaban por su fastuosidad al ser creadas con auténticas plumas de avestruz.
El pianista Sergio Suazo y su grupo se lució con la antesala instrumental al ritmo de jazz. Desde El Salvador vino la agrupación My Way para amenizar el banquete que se prolongó hasta el amanecer, luego de una cena gourmet servida por camareros de guante blanco y la degustación de una sorprendente isla de postres, todos preparados por entrañables amigas de la novia.
Los asistentes disfrutaron de una boda como pocas en Honduras, porque todo fue perfecto en honor a los enamorados.
