Luego de que la noticia sobre la muerte de Gabriel García Márquez estremeciera al mundo, Jairo Tobón rememoró los festines que se daba escuchando las historias del escritor colombiano, frente a frente, durante reuniones a la que tuvo la feliz oportunidad de asistir de manera circunstancial.
Tobón es un publicista colombiano radicado en San Pedro Sula hace 30 años, poco después de haber conocido personalmente al autor de Cien años de soledad en la casa de su amiga Beatriz Barcha, cuñada del escritor.
Por ese tiempo Tobón acababa de graduarse en artes gráficas y trabajaba en el departamento de producción del periódico El País de Cali, considerada la capital de las artes gráficas de Colombia.
Fue gracias a una inesperada amistad con Beatriz Barcha, a la sazón jefa de redacción de El País, que se quedaba en su casa a disfrutar de las veladas mágicas con la presencia de García Márquez quien recién había recibido el Premio Nobel de Literatura.
Un sábado Tobón había llegado temprano a la casa de Beatriz a hacerle una de sus habituales visitas, sin sospechar que ella esperaba a su consagrado cuñado quien estaba por llegar a Colombia procedente de España.
Beatriz es hermana de Mercedes Barcha, a quien Gabo “había propuesto matrimonio desde sus trece años”, compromiso que cumplió en 1958.
Cuando en la casa de Beatriz cayó una llamada de García Márquez avisándole que ya estaba en el aeropuerto para que pasara por él y su esposa, Tobón quiso “huir” pensando que su presencia allí era inoportuna, pero su amiga lo detuvo con la invitación indulgente a quedarse.
A esa tertulia sucedieron otras en las que predominaba un ambiente de camaradería, lejos del asedio de los periodistas.
Sacrilegio corregir a Gabo
Después Tobón se fue a vivir a Bogotá donde le abrió las puertas El Espectador que en su edición dominical publicaba artículos de García Márquez.
“La obsesión de don Guillermo Cano, el director del periódico, es que nadie tocara los escritos de Gabo porque eso podría significar quitarle sentido a su estilo”, recuerda Tobón. Todas las notas de los periodistas pasaban por los correctores de estilo como sucede en todo periódico, menos las de García Márquez, aunque presentaran supuestos errores.
Por si alguien se veía tentado a cometer el sacrilegio de corregir los trabajos, don Guillermo encomendó a Tobón que les diera seguridad como jefe de control de calidad en el área de producción.
El ejecutivo leía los escritos hasta cuatro veces y si notaba que algo había sido trastocado o no estaba claro, se lo comentaba al director, pero no tenía la potestad ni él ni nadie, de cambiar una letra.
Su tarea era impedir que alguien tocara las notas, desde que el escritor las entregaba hasta que llegaban a impresión, según comentó.
No lo miraba, pero en una ocasión tuvo la suerte de estar codo a codo con él por cinco gloriosos minutos.
Fue en una reunión programada por El Espectador para festejar los 50 años de trabajo de José Salgar, reconocido como uno de los grandes maestros del periodismo en Colombia, puesto que ayudó a forjar generaciones de reporteros, entre ellos el mismo Gabriel García Márquez que llegó a trabajar bajo su mando, en 1953.
Tobón calcula que esa noche llegaron unos cincuenta invitados vinculados a las letras y el periodismo, pero no obstante tuvo la suerte de alternar por un instante con el escritor, quien hacía el deleite de todos con sus interminables historias y su peculiar estilo de “mamar gallo”. Es la expresión más popular del Caribe colombiano que significa algo así como tomarle el pelo a otra persona con mucho ingenio y creatividad, explica Tobón, quien no descarta que haya sido el propio García Márquez quien socializó la frase.
Esa noche se sirvió mucho vino y whisky, pero los vasos eternizaban en las manos de los asistentes, porque nadie quería perderse de escuchar a Gabo, por darle un sorbo a su bebida, comenta Tobón. Como testimonio de aquel encuentro Tobón guarda una fotografía en blanco y negro en la que aparece el autor de La Hojarasca sentado entre él y el director de El Espectador, Guillermo Cano, quien años después fuera ultimado por sicarios del narcotraficante, Pablo Escobar.
‘Mejor quedate’
Cano fue ultimado porque había formado un equipo periodístico de investigación que puso al descubierto las intenciones de Escobar de consolidar el imperio de las drogas desde las mismas esferas del Gobierno, recuerda Tobón.
A raíz de que algunos de los periodistas que conformaban aquel equipo comenzaron a ser asesinados, amigos y familiares le aconsejaron a Tobón que renunciara a su trabajo, a lo que él contestaba que no tenía por qué hacerlo, ya que a él nadie lo estaba persiguiendo.
Cuando salió de El Espectador fue porque le salió la oportunidad de venir a Honduras a trabajar en el departamento de publicidad de Diario LA PRENSA por una temporada.
En eso estaba cuando llegó la noticia de que había estallado una bomba en El Espectador como parte de la guerra de intimidación que mantenía Escobar contra el periódico.
‘Mejor quedate’, le aconsejaron sus allegados, pero no fue esa la razón por la que se quedó, sino porque ya se le había vencido el permiso que le dio El Espectador y porque se enamoró de Honduras.
Ahora está dedicado a atender su propia empresa de publicidad y a impartir seminarios de motivación en los que saca a relucir el tema de la creatividad como lo escuchaba del maestro de las letras, Gabriel García Máquez.