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La nueva villana que amenaza a la monarquía

  • 11 enero 2020 /

Meghan Markle se convierte en la segunda estadounidense en desequilibrar a la dinastía de los windsor en el Reino Unido

    Londres.

    El príncipe Harry y su esposa, la exactriz estadounidense Meghan Markle, sorprendieron al mundo al anunciar su decisión de renunciar a sus actuales obligaciones en la familia real británica a cambio de una vida más independiente, dando un golpe que pone en riesgo la estabilidad de la monarquía.

    La conmoción en Reino Unido por el anuncio de los duques de Sussex fue tal que relegó a segundo plano el voto histórico del Parlamento británico que, tras años de caos y división, ha dado luz verde a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En su lugar, todo el país habla del “Megxit”.

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    El anuncio de Harry, hijo menor del príncipe Carlos y Diana de Gales, afirmando que se retiraban “como miembros de primer rango de la familia real” para “adquirir independencia financiera”, tomó por sorpresa a la reina Isabel II y al heredero al trono.

    “Es extraordinario que hayan dado este paso sin consultar a la reina, o incluso sin consultar al padre de Harry”, dijo Richard Fitzwilliams, experto en la monarquía británica, considerando que “se fueron como rebeldes”.

    Pese a que llevaban tiempo mostrando incomodidad con la presión mediática y las imposiciones de sus cargos, la forma de actuar de Harry y Meghan “causó una gran decepción en la familia real británica”, afirmó otra especialista, Victoria Murphy. Porque además de ser “una institución”, la monarquía “es también una familia”, dice, y “esto es tan personal como profesional”.

    Por si tenía poco con que lidiar, después de que su hijo Andrés abandonase todas sus funciones públicas debido a su amistad con el difunto pederasta estadounidense Jeffrey Epstein, Isabel II ve a sus 93 años como la familia real pierde a dos de sus miembros más populares, aunque controvertidos.

    Meghan, la villana

    La duquesa de Sussex, que fue recibida con gran simpatía por los británicos que apostaban a que la exactriz llevaría nuevos aires para modernizar a la realeza, es señalada como la artífice del rompimiento de Harry con su familia.

    Tras anunciar su compromiso con el hijo menor de la princesa Diana, Meghan se convirtió en uno de los personajes más populares del Reino Unido. Su historia de pasar de actriz de segunda clase, tras su breve y único éxito en la serie Suits, a convertirse en miembro de la familia real británica parecía el típico cuento de hadas llevado a la realidad.

    La estadounidense se unió rápidamente a las actividades de las organizaciones de caridad que hasta entonces compartían Harry y su hermano mayor, William, tercero en la línea de sucesión al trono.

    Sin embargo, Meghan no tardó en ganarse el apodo de duquesa difícil en el palacio de Kensington.

    La ex actriz se mostró indignada luego de que la reina Isabel II se negara a prestarle la tiara que ella quería para su atuendo de novia porque esta era de fabricación rusa, en momentos en que la familia real buscaba evitar asociaciones a Moscú tras el asesinato de Sergei Skripal, un exespía que Londres considera fue envenenado por agentes rusos.

    Meghan acudió al príncipe Harry para expresar su rechazo a la decisión de la monarca llevando al príncipe a advertir al personal del palacio que lo que “Meghan quiere, lo obtiene”. Sin embargo, la monarca se mantuvo firme en su decisión.

    La familia de Meghan también opacó su gran día luego de que su padre, Thomas Markle, un director de iluminación de televisión, fuera captado recibiendo dinero de papparazis. La exactriz decidió no invitarlo a la boda además de distanciarse de él.

    Los tabloides británicos cuestionaron que los sitios reservados para los familiares de la novia estaban ocupados por celebridades como Oprah Winfrey y George Clooney, luego de que Markle decidiera invitar únicamente a su madre Doria Ragland. Viejos amigos la han acusado de haberlos dejado de lado a medida que iba progresando en la vida, y sus dos hermanastros, que no fueron invitados a la boda, le lanzaron críticas feroces, sugiriendo que se avergonzaba de ellos.

    Tras su mediática boda, Meghan se convirtió en el objetivo de la prensa británica poco después de que la pareja anunciara que abandonarían el palacio donde residen todos los miembros de la realeza y se mudarían al castillo de Windsor.

    Los Sussex también informaron que se separarían de la Fundación de los duques de Cambridge y crearían su propia organización caritativa, generando las críticas de los británicos.

    El distanciamiento de los duques de Sussex de la familia real se trasladó también a las redes sociales, luego de que lanzaran una cuenta de Instagram independiente a la del palacio.

    Pero fue la millonaria renovación del Frogmore Cottage, nuevo hogar de la pareja, que provocó la indignación del Reino Unido al ser financiada con fondos públicos. Las renovaciones ascendieron a $3 millones, e incluían pintura orgánica, muebles de lujo, entre otras excéntricas comodidades.

    A ello siguió la renuncia de decenas de empleados del Palacio por el carácter difícil de la duquesa que además se enemistó con la esposa del príncipe William y futura reina de Inglaterra, Kate Middleton.

    Meghan y Harry también fueron criticados por no querer hacer público el nacimiento y posterior bautizo de su hijo, Archie, una tradición en la monarquía muy anticipada por los británicos.

    Ahora, los tabloides acusan a Meghan de separar a Harry de su familia buscando un nuevo estatus en Norteamérica tras revelarse que patentizaron su título nobiliario, que puede representar millonarios contratos para la pareja.

    La historia se repite

    Agunos medios compararon la decisión de los Sussex con la estrepitosa abdicación en 1936 del rey Eduardo VIII -tío de Isabel- para casarse con la estadounidense Wallis Simpson.

    Dando prioridad al amor por encima del deber, el rey Eduardo VIII provocó un verdadero sismo al renunciar al trono después de 326 días de reinado, para poder casarse con Simpson, una plebeya dos veces divorciada, rechazada por la Iglesia anglicana, de la que él era el jefe, y por la clase dominante británica.

    Su hermano, el rey Jorge VI, padre de la reina Isabel II, lo sucedió, mientras que el exsoberano fue repudiado.

    Los británicos también criticaron una voluntad de independencia financiera de los Sussex percibida como hipócrita. La dotación real a la que pretenden renunciar Meghan y Harry solo representa un 5% de sus gastos oficiales, ya que el resto está financiado por los ingresos privados de Carlos.

    La pareja, que dijo querer dividir su tiempo entre el Reino Unido y Norteamérica, afirmó asimismo que pretende seguir viviendo en Frogmore Cottage y beneficiarse de un servicio de seguridad estatal que ronda los dos millones de dólares anuales.

    Pero en ningún momento dijeron querer renunciar a sus títulos nobiliarios, aunque su nuevo estatuto debería permitirles, a partir de ahora, ganar dinero con sus actividades, aprovechando su relevancia mediática y social.