Sepultados entre la maleza, el óxido, el desinterés y el olvido permanecen más de 500 millones de lempiras invertidos en el fallido intento de construir una cárcel en La Acequia, Santa Bárbara.
Lo que alguna vez fue un sueño para un grupo de sampedranos prominentes hace dos décadas, hoy es una obra abandonada, mientras el Gobierno hondureño se enfoca en construir una nueva cárcel en Mocorón, departamento de Gracias a Dios, con un costo millonario.
El 17 de mayo de 2004, la tragedia en la histórica celda 19 del Penal de San Pedro Sula, donde más de cien reos murieron quemados, marcó el punto de partida para la idea de un nuevo centro penitenciario.
Se creó un comité proconstrucción mediante decreto, delimitando 120 manzanas para la obra. El proyecto inicial contemplaba dos pabellones, con seis módulos cada uno, diseñados para albergar a 2,400 privados de libertad. Sin embargo, los planos estaban incompletos y el diseño original sufrió modificaciones.
“Los módulos se construyeron con contenedores y el perímetro presentaba serios problemas de delimitación, seguridad e invasiones. Este material es inseguro y, una vez en funcionamiento, la cárcel tendría graves deficiencias en seguridad”, señala un informe del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA).
En 2016, el Instituto Nacional Penitenciario (INP) asumió la responsabilidad del proyecto. Debido a la lentitud en los avances, contrató los servicios de la empresa Edge para realizar estudios y reformas. No obstante, los trabajos quedaron inconclusos y la Fundación que originalmente lideraba la obra dejó de participar.
En el primer año de gobierno del expresidente Manuel Zelaya se publicó el PCM-15-2007, bajo el cual se dio personería a la comisión Pro-Desarrollo de San Pedro Sula liderada por monseñor Rómulo Emiliani. También participaron los empresarios Luis Larach, Rafael Flores, Óscar Galeano y la entones gobernadora política Sandra Hernández. También Ilsa Díaz Zelaya.
La construcción presenta un avance del 60 % y podría retomarse con voluntad política e interés.
LA PRENSA ingresó al predio de 200 manzanas, vigilado por seguridad privada. Grandes muros y torreones están cubiertos de maleza, mientras celdas oxidadas y deterioradas asoman entre el abandono.
El ingreso está prohibido, ya que la obra sigue bajo control de la empresa constructora, la cual detuvo los trabajos al dejar de recibir pagos.
Un crimen silencioso
Por monseñor Rómulo Emiliani
En América Central he trabajado en cárceles, en tres países, por 40 años. Y en España llevo trabajando dos años y medio, cinco días a la semana, en una cárcel madrileña. Esa es mi vocación específica de mi vida misionera.
En Honduras me dediqué mucho al trabajo pastoral con las pandillas y los presos comunes en las cárceles, sobre todo la de San Pedro Sula, Támara, y la nueva de Ilama, estas últimas, de máxima seguridad. Y con un grupo de empresarios y profesionales de diversos sectores y funcionarios del sector militar, judicial, director de la cárcel, alcalde, gobernador, primero bajo el mandato del presidente Ricardo Maduro, luego bajo decreto del presidente Zelaya y el aval de dos presidentes más, trabajé en una comisión y luego fundación para la construcción de un penal.
Después de dos lugares con intentos fallidos, lo comenzamos en Naco, en un terreno que nos cedió el presidente Lobo. La Tasa de Seguridad, autorizada por el presidente Hernández nos daba, previo estudio, presupuesto y licitaciones, el dinero para construir el presidio. Como fundación contratábamos a pequeñas empresas que hacían los trabajos específicos.
Y ninguno cobraba un centavo. Éramos un ejemplo de lo que es la unión de empresa privada y el sector público en un trabajo y sin fines de lucro. Y la construcción iba muy bien, parando alguna que otra vez, cuando la Tasa de Seguridad dejaba de darnos dinero. Era un diseño moderno.
Ahora que estoy en España confirmo que nuestro diseño cubría todas las especificaciones modernas de un presidio del primer mundo. Pero llegó un día un ministro con unos señores y nos dijo que ya era suficiente, que terminábamos nuestro trabajo y que una empresa iba a continuar la obra. Llevábamos construida ya una parte del presidio. Gran sorpresa.
Y la empresa presentó su presupuesto, el doble que el nuestro y empezó a corregir nuestro diseño. Pero un día para sorpresa se fueron y la obra quedó abandonada.
Ahí está la construcción, una ruina hoy día provocada por la inconsciencia y la irresponsabilidad, como un sepulcro abierto y sus huesos profanados, una estructura expuesta a las inclemencias del tiempo y al robo continuo de sus materiales; millones de lempiras echados a perder. Y nadie se hace responsable de eso.
Cientos de horas de reuniones, dinero del Estado invertido, un proyecto hermoso que se estaba levantando, y nadie dice nada. Esto es un crimen, un navajazo a la yugular del pueblo, no solo por el dinero invertido, sino porque el presidio de Naco iba a servir a todo noroccidente.
Es un crimen silencioso que permanece impune. El dolor en mi alma es enorme. Todavía estamos a tiempo de reconstruirlo, como el milagro de los huesos secos del profeta Ezequiel, y terminar el presidio de Naco. Ahí están las estructuras y el terreno, y muy cerca de San Pedro Sula.