"Vendo hortensias para pagar mi tratamiento contra el cáncer"
Doña Zoila es la mujer que floreció en la montaña y que sobrevivió al cáncer y a la carretera al Merendón. Hoy provee todo lo que los floristas sampedranos necesitan, sin perder la humildad y el amor por sus hortensias y la montaña
- 31 de octubre de 2025 a las 22:50 /
Tiene un sentido del humor que desarma. “Me llamo Zoila. Soy la que lava, soy la que plancha y soy la que trabaja para pagar su tratamiento. Y también —dice entre risas— soy la hortensia”.
Se ríe mientras sus manos, curtidas por el trabajo, van dando forma a un nuevo ramo. Entre cortes de tallos y el aroma fresco de las flores, comparte con sencillez los capítulos de su vida en la montaña.
Así es doña Zoila Amaya Mejía, mejor conocida por los visitantes como “Doña Zoila Hortensia”, una mujer que ha florecido entre el esfuerzo, la fe y la niebla del Merendón.
Como a todos los que viven de la hermosa flor en la montaña, el trabajo se le ha duplicado con la llegada de turistas. Ya llegaban visitantes en el pasado, pero fue el Feriado Morazánico el que desató el furor de las masas.
Antes de esos visitantes, habitualmente ha recibido a los excursionistas que se aventuran a ir a los campos de flores y más allá, particularmente al Parque Nacional Cusuco, una reserva natural ubicada en la Sierra del Merendón, cerca de San Pedro Sula, Honduras.
Para contactarla
9513-8712
es el número de celular de doña Zoila Amaya Mejía. La puede contactar si quisiera comprarle flores, visitarla o encargarle comida para su visita.
Este parque fue declarado área protegida en 1987 y abarca aproximadamente 234 kilóemtros cuadrados, incluyendo una zona núcleo que protege ecosistemas de gran biodiversidad, como bosques nublados y especies endémicas.
Es famoso por su biodiversidad, que incluye especies como el quetzal, jaguares, y varias especies de ranas y escarabajos, además de sus imponentes cascadas y senderos para caminatas.
Sobreviviente del cáncer y de la montaña
Mientras acomoda un ramo de hortensias bajo la sombra, cuidando que el calor no marchite los pétalos, nos explica qué significa que una hortensia tenga puntos rosas o rojos de color.
"Esta flor es como uno cuando ya está viejito", dice mientras las combina con las más jóvenes que suelen ser verdes o blanquitas.
En 2016 le diagnosticaron cáncer de estómago. “Solo vendiendo mis flores logré superar la enfermedad”, cuenta con esa mezcla de fe y terquedad que la sostiene.
Cada noviembre viaja a control médico, y cuenta que vende hortensias para costear su tratamiento que le cuesta 18,000 lempiras. Está en remisión, y aunque está recuperada no solo del cáncer, no deja de sembrar, cortar y amarrar flores. “Trabajar nada me lo impide. Todo es de echarle ganas”, cuenta, mientras cuenta otra historia de supervivencia.
Una vez, camino a San Pedro Sula para hacerse unos exámenes, el carro en que viajaba volcó. Quedó prensada entre sacos de frijoles, pero también de esa salió con vida. Hoy lo recuerda sin dramatismo, como otra de esas pruebas que Dios le ha puesto para recordarle que sigue de pie.
Su finca, en lo alto del Merendón, parece un jardín suspendido entre la neblina y el viento. Cultiva hortensias, helechos, cartuchos, chifleras y follajes que viajan en ramos hasta San Pedro Sula. A veces también hornea pan para vender a los turistas que suben los fines de semana.
“No vivo con los lujos del rico, vivo con lo que Dios me ayuda. Pero todo el que quiera venir es bienvenido; aquí no falta el cafecito ni el pan cada sábado”.
Doña Zoila se ríe cuando le preguntan por la competencia. “Hay bastante, pero miren que Dios no desampara a nadie”, dice. En su voz hay más resignación que reproche.
Es originaria del Merendón, nacida y criada entre montañas que conoce como las líneas de sus manos. “No vine a hacerle competencia a nadie —aclara—, aquí nací. Este ha sido el patrimonio nuestro toda la vida”.
Ubicación
campo de doña Zoila
Al llegar a las antenas de Hondutel en la aldea El Gallito tome la calle a la izquierda en ruta al Parque Nacional Cusuco. Pasará la pequeña laguna tras el cerro y ahí llegará al a propiedad de doña Zoila.
Mientras el turismo crece en la montaña, ella sigue fiel a sus plantas. Sabe que las hortensias no florecen en tierra caliente, que solo en ese clima templado encuentran su esplendor. También está preparandose para brindar mejor atención a los visitantes.
Ya hay en construcción tres cabañas que se sumarán a los esfuerzos por brindar mejores experiencias con la naturaleza a los visitantes.
Por eso cada rama, cada flor que arma para los pedidos de eventos, lleva también algo de su historia: la de una mujer que ha florecido entre el trabajo, la fe y la montaña.
Y cuando los visitantes la buscan para tomarse una foto, ella sonríe con orgullo y sencillez:“Sí, yo soy la que lavo, la que plancho y la que trabajo para mis enfermedades. Soy la Hortensia”.