A Santos le cortaron sus manos y ahora inspira a otros: "Ya no quiero volver atrás"

Una noche de tragos terminó en tragedia, y por años su dolor lo ahogó con más alcohol. Desde hace tres meses la vida le cambió cuando decidió entrar a rehabilitación. Ha aprendido nuevas habilidades, e incluso, a perdonar

A Santos le cortaron sus manos y ahora inspira a otros: Ya no quiero volver atrás
  • 05 de septiembre de 2025 a las 23:30 /
La Entrada, Copán

La euforia incontenida de una noche de tragos con sus amigos se transformó en una pesadilla que lo marcó para siempre.

Santos Armando Sánchez Ruiz tenía apenas 20 años cuando su vida se detuvo en un instante. Aquellos con quienes compartía y llamaba amigos se convirtieron en verdugos. Con el filo de su propio machete lo dejaron sin manos, con la mitad de sus brazos mutilados, y al borde de la muerte.

"Fue inesperado, confié en los amigos. Salimos de cenar, estábamos en la casa tomando alcohol y decidimos ir a buscar más. Tuvo que pasar algo ...no hubo pleitos ni discusión. Con el mismo machete mío, decidieron golpearme. Fue en una quebrada, a orillas de un río. Pasé ahí toda la noche, tenía 12 heridas. Ahí me tocó sufrir toda la noche porque no había quien me auxiliara", recuerda.

Reviviendo con valentía aquello que parecía olvidado, Santos siguió contando su historia a LA PRENSA Premium. "Ya en la madrugada para mí era difícil, por el dolor. No entendía si el dolor era en alguna parte del cuerpo o era en la cabeza, o en la mano. Ya no sabía, me tenía sofocado, digo yo, la agonía de la muerte...ya la sentía".

"Un hijo duele, no es un gato que se ha muerto"

Cuando todo parecía perdido, y daba sus últimos alientos un milagro ocurrió. Un amigo pasó por la quebrada y lo vio luchando por vivir. Aunque no lo ayudó a levantarse porque estaba recién operado, sin saberlo, lo trajo a la vida de regreso. Como pudo, Santos se levantó, y herido caminó, cuando de la nada pasó un camión y lo ayudó a llevarlo desde su aldea en Piraera hacia La Virtud, Lempira.

Su estado era grave, y fue así que lo subieron a una patrulla de la Policía Nacional para trasladarlo a un hospital en San Marcos, Ocotepeque. Por su condición fue referido al hospital Mario Rivas, adonde empezó su larga recuperación.

Estando hospitalizado todo se le cruzó por la mente. No imaginaba cómo sería su vida sin sus manos. Quiso buscar salidas fáciles, pero estando ahí alguien le dijo que lo iba a lograr, que Dios tenía un propósito para él.

"Un mes me costó hacer hasta lo más básico y personal, pero luego Dios me ayudó, me dio ideas de cómo hacer. No ha sido fácil el proceso de mi vida, pero ahí estaba Dios, quería ayudarme a enderezar mi camino y que yo reconociera eso".

Fotos: Neptalí Romero

Cuenta que esa parte de reconocer ha sido la que más le ha costado entender, hasta que decidió rehabilitarse. "Hoy empiezo a reconocer que cuando a uno le pasan las cosas es porque uno está apartado y alejado de Él", dice.

Fueron horas de agonía, meses de hospital y años de silencio con heridas que parecían imposibles de cerrar. Durante mucho tiempo quedó atrapado en su propia tragedia, todavía, refugiándose en el alcohol que lo adormecía y le ofrecía salidas engañosas, por caminos que en varias ocasiones, casi lo empujan a perderlo todo.

La historia de este hondureño nacido un 20 agosto de 1998, justo dos meses antes de que Honduras fuera arrollada por el huracán Mitch, no ha sido fácil.

Su padre murió cuando tan solo tenía 12 años y demasiado pronto también sufrió el prematuro adiós de cuatro de sus ocho hermanos, de los que dos decidieron no seguir llevando a cuestas el peso de la vida.

Originario de Piraera, Lempira se mudó en busca de oportunidades a Santa Lucía, La Labor, Ocotepeque con ánimos de sobreponerse a la tragedia que quería convertirlo en un discapacitado.

Aún llevaba entre sus cosas el dolor por no tener sus manos y por enfrentarse a la vida sin ellas. Y también arrastraba una enorme dependencia de los ánimos que le daba el etanol.

Imagine por un momento cómo sería lavar un pantalón sin sus manos. Pues Santos lo hace, y fue el tiempo el le enseño a usar sus brazos como sus nuevas herramientas para sobrevivir y hacer todo lo cotidiano sin mayores dificultades.

Pero un día buscó ayuda. Hoy, en medio de un proceso de rehabilitación y empujado por su madre; Santos, ahora con 27 años, ha decidido levantarse e inspirar a otros sin proponérselo.

Desde el 25 de junio pasado es uno de los más de 30 hondureños que luchan por librarse de las adicciones en la Fundación Hogar Franciscano de la Misericordia que dirige el reconocido sacerdote Leopoldo Serrano, famoso por realizar dos caminatas a Tegucigalpa en pro de las causas justas y la democracia.

Ahí, gracias al apoyo que recibe, aprendió que su valor no se mide por lo que le falta, sino por lo que aún le sobra: vida, sueños, coraje y esfuerzo. Ha cambiado las botellas por la voluntad de superarse, y las lágrimas por la fuerza de intentarlo cada día.

Reaprendió lo que antes hacía de forma mecánica e instintiva: suplir sus necesidades básicas, tomar una taza de café sin ayuda, rasurarse la barba, dar un paseo en bicicleta y agarrar con ánimo y energía las herramientas para labrar la tierra.

Para sus compañeros, Santos Sánchez es una fuente de inspiración. Sus ganas de vivir renovadas desde que decidió rehabilitarse lo hacen apoyar e impulsar a sus compañeros.

En mente ocupada...

Santos reconoce que el día que llegó al Hogar de los Franciscanos, un hermoso lugar que parece un pueblito con su propia capilla a orillas de la CA-4, justo antes de llegar a La Entrada, Copán, llegó buscándole otra salida a la vida. "Ya no quiero estar en esos estados de ebriedad y estoy bien, gracias a Dios", dice totalmente convencido.

Además del quehacer que necesitaba para mantener su mente ocupada, ha encontrado el apoyo no solo de los hermanos franciscanos, sino de otros compañeros que como él, llevan a cuestas sus propios dolores y fallas.

"Estar aquí me ha ayudado bastante. Hay personas que también se agarran de uno, nos ayudamos unos a otros, con ideas. Me han ayudado a pensar y reconocer cosas buenas. Me siento feliz, ya respiro tranquilidad, me siento cómodo. Ya no quiero volver a atrás", cuenta.

Su día a día en el Hogar Franciscano es de todo, menos aburrido. Se levanta a las 5:30 de la mañana convencido de que será un día bonito. Agradece a Dios por la vida, por el aire que respira, por dejarlo comenzar otra vez.

"Nos levantamos con alegría y entusiasmo porque tenemos la oración de las 5:30. De ahí continuamos con los quehaceres, jalar agua para los animalitos, luego desayunamos y salimos a realizar las demás actividades".

Trabaja la tierra, pesca, lava su ropa y ve en cada rincón un motivo para disfrutar estar vivo. Santos aprendió a perdonar y a renovar el deseo por vivir.

En el Hogar Franciscano La Misericordia los hombres en rehabilitación realizan todas las tareas domésticas. Alimentan a las gallinas que tienen en una nutrida granja, dan de comer a los conejos, cerdos y otros animales que hay en la finca y limpian sus espacios. Luego de eso, salen a trabajar en los cultivos de maíz y café y aran la tierra donde siembran yuca y hortalizas.

Por las tardes, cuando todas las responsabilidades han terminado, comparten en un ambiente familiar. Juegan fútbol, bañan en la piscina ubicada en el corazón del hogar, reflexionan juntos, comparten sus vivencias del día y hablan de sus sueños y metas.

Santos es la mayor inspiración de todos. Cada cosa que hace los deja sorprendidos. Con sus brazos, él logra hacer casi todo lo que los demás harían. Su aseo personal, lava su ropa, usa el azadón, y hasta puede andar en bicicleta. También aprendió a tejer hamacas y a elaborar atarrayas para pescar.

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"Dios me dio inteligencia para aprender, pero me gusta más trabajar en el campo. Mi mente no me limita, yo hago las cosas sin pensar en impedimentos": Santos Sánchez

Estando en el hogar de los Franciscanos, Santos dice que lo primero que aprendió fue perdonar a los amigos que lo dañaron.

"El perdón fue lo primero que aprendí. No tengo ningún mal sentimiento para ellos, me los encuentro, los saludo, nos los odio ni les guardo ningún rencor. Lo que pasó fue resultado por el estado de ebriedad. Yo fui a la casa de uno de ellos, y le pedí perdón por si lo había ofendido, pero no hay odio, ni rencor".

Santos también mandó un mensaje a aquellos que arriesgan todo, sus vidas, sus familias y patrinomios por culpa del alcohol.

"Yo lo que les podría decir es que si tienen el día de hoy, el de mañana que reconozcan que el alcohol o las drogas y otros vicios no le traen buenos resultados. Que vean un ejemplo de lo que traen estos vicios, que no esperen a llegar a esto para reconocer y recapacitar. Podemos ver la historia de alguien, tal vez no para criticarlo o cuestionarlo, sino para aprender de su experiencia".

"Los vicios no traen ningún resultado bueno. Extraño mis manos, son indispensables para hacer todo lo físico, pero al no tenerlas hay ideas para aprender de nuevo a hacer las cosas".

El padre Leopoldo Serrano dice que muchas personas lo han criticado por ayudar a los descartados, pero es una misión que asumió y que planea continuar por el resto de su vida.

Santos nos enseña a no quejarnos

El padre Leopoldo Serrano, a cargo de la Fundación Hogar Hermanos de La Misericordia, reconoció los avances y esfuerzos que Santos hace por salir adelante y demostrar que puede y podrá salir adelante.

Señala, que él, a pesar de no tener brazos como la mayoría de las personas, ha convertido sus limitaciones en fortalezas. Ha aprendido a usar la parte superior de sus brazos como si fueran manos: escribe, come, se viste y hasta se quita los calcetines con una agilidad sorprendente. Con el tiempo, ha alcanzado tal destreza que ahora realiza estas tareas más rápido que antes.

Su determinación también se refleja en el trabajo. Nunca se le escucha quejarse ni poner excusas. Incluso en labores pesadas, como cargar grandes piedras, muestra un deseo profundo de demostrar que puede hacerlo. Este esfuerzo constante lo convierte en un ejemplo para quienes lo rodean, pues muchas veces quienes tienen brazos y manos no muestran la misma entrega, afirmó el padre franciscano.

El mensaje que deja su vida es poderoso: todas las personas enfrentan limitaciones, ya sea una discapacidad física, una enfermedad o cualquier otra condición. Pero esas debilidades pueden transformarse en fortalezas. Como lo expresó el mentor y guía espiritual, “tú eres débil de esto, pero vas a ser fuerte en otra parte”.

El acompañamiento que reciben hombres como Santos no se limita al trabajo. También hay un espacio de escucha, casi de amistad, en el que comparten su historia de sufrimiento y exclusión, ya sea por una discapacidad, por adicciones o por el rechazo familiar. En esas conversaciones, cargadas de dolor y resiliencia, nacen lecciones profundas.

"Ellos me cuentan todo el río de sufrimiento que han vivido desde la niñez hasta ahora. Entonces, es por eso que yo ya me siento como atado a ellos, a la historia de cada uno, y muchas veces he llorado al escuchar lo que ha pasado en el caso de Santos, la crueldad que sufrió.

Muchas veces las esposas de ellos, los hijos, los hermanos, los papás, los marginan por su adicción o por su discapacidad. Entonces, yo ya estoy conectado con ellos y me convencí que voy a seguir en esto, creo que el Señor me escogió para atender los descartados", afirmó el sacerdote.

El Hogar Hermanos de la Misericordia es una fundación sin fines de lucro. Cada persona en rehabilitación llegó por su voluntad y están en el lugar todo el tiempo que quieran. La forma de colaborar con el lugar es con su trabajo. A las familias solo les aceptan ayudas si se pueden compartir con todos los internos. También reciben aportaciones voluntarias en efectivo, comida, o ropa.

Si alguien desea ayudar con la causa para rehabilitar a personas que quieren salir de la adicción a las drogas o alcohol puede hacerlo llamando para apoyar al 9510-0524. También puede colaborar con ofrendas a la cuenta 21-103-0678984 en Banco de Occidente.

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Jessica Figueroa
Jessica Figueroa
jessica.figueroa@laprensa.hn

Periodista de investigación, editora y cronista. Con 22 años en el periodismo escrito y multimedia. Con subespecialidades en diseño y edición gráfica e inteligencia artificial.