Hay niños que llegan al mundo en medio de comodidades dentro de clínicas privadas del país y crecen en hogares sólidos económicamente, otros menores menos privilegiados nacen en los hospitales públicos y una última parte corresponde a los llamados 'niños invisibles', quienes desarrollan sus primeros años de vida junto con sus madres al interior de la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), ubicada en Támara, Francisco Morazán.
Dato
El INP registró hasta el 2 de julio de 2020 la cantidad de 1,222 presas en Honduras.
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Casa cuna es el sitio aislado de la cárcel donde permanecen madres e hijos.
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Además, cuenta con un médico ginecólogo y un pediatra, quien lleva los controles del niño, aplica las vacunas, proporciona las vitaminas y todo lo demás que tanto la madre como el pequeño necesitan en términos de salud.
Las presas cuando están cerca de dar a luz son trasladadas desde la prisión hasta el hospital Materno Infantil, y en caso de que el bebé presente alguna patología en particular, es remitido a un especialista para ser atendido siempre en el Materno Infantil o en el hospital María.
La cárcel de mujeres tiene áreas de recreación para los menores de edad.
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Los espacios suelen lucir limpios, ordenados y decorados con artículos para bebés. El objetivo de las autoridades penitenciaras es hacer de este lugar un alojamiento muy parecido al que existe afuera, allí las internas cuidan a sus hijos, todo está pensado para que los pequeños sientan que no están en una cárcel, por eso al interior no hay rejas y está abierto.
Dentro de la prisión hay una guardería donde los niños pasan durante el día mientras sus madres trabajan.
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El INP reconoció que antes de aplicar las medidas por coronavirus en el país siempre recibió donaciones y apoyo de instituciones gubernamentales y no estatales para el tema de la manutención de los niños que permanecen en prisión junto con sus madres.
Digna Aguilar, portavoz del INP
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'Cada año estamos haciendo lo mejor posible, allí las madres o mujeres en general aprenden oficios como panadería, repostería, tienen acceso a salones para estudio bíblico, sala de computación y varias de ellas han recibido capital semilla para introducirse al emprendimiento', añadió la portavoz.
PNFAS es es el único centro penal de Honduras donde solo hay mujeres y donde viven niños hasta la edad que la legislación lo permite: cuatro años. Ellos literalmente nacen con la condena que pesa sobre sus madres por el delito que estas cometieron.
También son lamentables los episodios que viven muchos de estos niños al ingresar por primera vez al terreno de la libertad, están expuestos a la pobreza, inestabilidad social, a nivel económico y desde luego emocional, ya que varios sufren de estigma al ser catalogados por otros como 'hijos de asesinas, extorsionadoras, sicarias' y otros calificativos.
Ricardo Osorio, jefe regional de la Dinaf
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Osorio indicó que cuentan con el programa de 'Consolidación Familiar', el cual tutela el proceso legal de las adopciones de niños y verifica la situación de los expedientes de solicitantes que ingresan a través de la secretaría general, requisitos y vigencia de conformidad con los procedimientos establecidos en la ley.
Este programa involucra a las familias que presentan solicitud de asignación de un niño en estado de adaptabilidad a través de sus apoderados legales, garantizando que se integre a una familia que le brinde protección en base a las necesidades individuales y particulares.
'Las familias que quedan al cargo de niños pasan por muchas pruebas, entre ellas de tipo psicológico, se revisan minuciosamente los requisitos y son monitoreadas. En el caso hipotético que la verdadera madre salga de prisión, si está en condiciones de volver a tener a su hijo se le entrega de nuevo, ya que si bien es cierto en algún momento perdió el derecho a la libertad, pero jamás el de ser madre', subrayó el funcionario.
Delma Ordóñez, representante de familiares de reos
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'Sabemos que existe una guardería para que los niños pasen durante el día y que hay talleres para que trabajen las mamás, pero allí adentro la situación es difícil porque también hay peleas entre grupos de poder', dijo.
'Lo que sé es que a las madres y sus hijos les dan comida básica: leche, arroz, frijoles, espaguetis y nada más. También deberían de existir programas de reinserción social para las internas, pero en Cefas esa no es la realidad, lo que hay son unos talleres para que aprendan sus oficios, pero es de manera obligatoria porque solo así ellas pueden comprarle ropa, juguetes y otras cosas necesarias a sus niños, además del apoyo de los familiares que los visitan', añadió Ordóñez.
Una importante fuente del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), quien prefirió omitir su nombre, dijo que si bien es cierto, las autoridades penitenciarias no cumplen a cabalidad con sus obligaciones en cuanto a la sección donde están las madres e hijos, hay muchas cosas que se están trabajando de manera completa y organizada.
'Hemos recibido quejas relacionadas con salud, existencia de amenazas entre las internas, restricciones de visitas o lentitud en procesos judiciales, pero puedo decir con seguridad que la cárcel de mujeres es de las más organizadas y tranquilas en el país, allí las incidencias presentadas han sido pocas, la última fue la matanza que hubo en el mes de mayo, donde dos de las víctimas tenían hijos, quienes al final fueron entregados a sus familiares', mencionó.
Por otro lado, Comité Nacional de Prevención contra la Tortura (Conaprev), un organismo autónomo estatal, se ha sumado constantemente a verificar la situación en las cárceles, entre ellas, la de mujeres. Esta institución revisa que las condiciones en que viven los presos sean las adecuadas, que se respeten los derechos y están muy atentos a sus denuncias.
Secuelas inevitables
Psicóloga Diana Portillo
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La experta aduce que a largo plazo llegan a sufrir de estrés tóxico, lo que termina provocando desórdenes emocionales, dificultad de aprendizaje, baja autoestima y consumo de sustancias prohibidas cuando alcanzan la adolescencia.
'Los primeros años son los más importantes porque se desarrolla el cerebro, aunque las madres son un vínculo primordial, los niños como cualquier ser humano tienen derechos que allí no se cumplen', dijo.
Portillo se refirió a tres etapas etapas de vida de los menores: la primera es el desarrollo físico que en cierta manera sí existe entre las familias en prisión; la segunda es el desarrollo cognitivo, el cual tiene que ver con el aprendizaje, el nivel de atención y el socializar con más personas, algo que dentro de la cárcel se restringe; la tercera etapa se relacionada con lo psicosocial, el cual es más que evidente porque los niños llegan a sufrir de ansiedad, depresión y sienten deseos de ser parte de la violencia.
'Cuando el niño es entregado después de los cuatro años suele ser normal que se aísle, que tenga problemas para interactuar con los demás, por eso es necesario que inmediatamente sea llevado a un psicólogo, la familia debe tenerle mucha paciencia y darle amor porque ellos salen muy afectados al estar en ese entorno y dejar a su madre', concluyó.
Para este selectiva y 'olvidada' cantidad de menores hondureños, disfrutar de una pizza, una amburguesa o divertirse con una mascota no es lo habitual. Estos pequeños tampoco conocen los colores primarios porque viven en un entorno prácticamente gris entre una frontera que divide la sala cuna, que es casi sinónimo de paz, y el otro extremo que infunde miedo, donde conviven mujeres ligadas a estructuras criminales y castigadas por diversos delitos.
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