La coyuntura actual que como sociedad estamos atravesando nos obliga a recordar ese reclamo de don Trino Murillo. Todos los que vivimos en este país debemos comportarnos a la altura, con gallardía, con seriedad. Los retos que la emergencia sanitaria ha puesto ante nosotros no son para tomarlos a broma ni para improvisar. Además de la celeridad que deben imprimir las autoridades de salud al proceso de vacunación de toda la población, cada hondureño, cada hondureña, debe cuidar su vida con toda la seriedad que la conservación de la propia vida exige.
La situación que se ha presentado últimamente en distintas regiones del país, en Olancho en particular, debe llevarnos a todos a la reflexión. Si no seguimos las indicaciones de los expertos, si no usamos correctamente la mascarilla, ni no guardamos la distancia que la prudencia indica, si nos exponemos innecesariamente, no solo vamos a poner en riesgo nuestra vida, sino la de nuestros seres queridos, la de los colegas y la de los amigos.
Es natural que, luego de más de un año de relativo encierro y de limitantes en la movilidad, todos experimentemos cierto cansancio y que intentemos volver a nuestras rutinas prepandemia: estar con los amigos, ir a la playa, visitar a los parientes, ir a la iglesia; pero el virus maldito está tan activo como al principio, o aún peor. Debemos armarnos de infinita paciencia y conservar la esperanza de que llegarán tiempos mejores en los que vamos a volver a ver a nuestra gente con la asiduidad con lo que lo hacíamos hasta mediados de marzo de 2020. Si nos desesperamos, si no nos cuidamos, y, sin ser trágicos, pero apegados a la realidad, podríamos no volverlos a ver nunca más.
Seamos, pues, responsables, muy responsables. No nos expongamos, no expongamos a los que nos rodean, seamos sensatos; como diría don Trino Murillo: seamos serios.