Hoy se conocerán los objetivos y los alcances de la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (Maccih), cuyos integrantes volverán a entrar en contacto con miembros de organizaciones y de la sociedad civil para preparar la ruta a recorrer desde el próximo mes.
Algunas de las interrogantes tendrán respuesta hoy, pero habrá que esperar para conocer la agenda, aunque las exigencias y expectativas se hallan en el campo de la justicia, sus operadores y, en particular, el sistema judicial, a fin de fortalecer las instituciones y con ellas el Estado de derecho.
“Calientito”, como dicen en el pueblo, van a hallar los relajos en el Consejo de la Judicatura, cuyos miembros repartieron acuerdo sin concurso y beneficiaron a parientes. Ya el Ministerio Público ha expresado que comenzará las investigaciones. Un vistazo continuo de quienes llegan a apoyarnos resultará sumamente beneficioso para que haya transparencia en el proceso y en el área de la justicia se haga, en verdad, justicia.
El panorama que se les presenta es casi infinito, por lo que un atisbo del éxito de la Misión llegará con la identificación de aquellos asuntos fundamentales y graves que requieren el apoyo de los expertos internacionales. Claro que casos personales y con dimensiones de grupo, como el señalado por una diputada, están fuera de lugar. Hay exigencias colectivas y de gravedad, con alto impacto, a los que no ha respondido el Tribunal Superior de Cuentas ni el Ministerio Público por la injerencia política o la escasez de recursos.
La oportunidad está ahí y no debemos los hondureños desaprovecharla ni contaminarla con intereses bastardos de la política sectaria, sino enfocarla totalmente hacia el combate de la corrupción, en todas sus manifestaciones, y de la impunidad, de tal manera que se cumpla el principio fundamental de la justicia: “El que la hace la paga”. Lograrlo será el renacimiento hacia metas de paz, convivencia, justicia y libertad.
Falta, sin embargo, dotar de legalidad a la misión, pues el Congreso no ha ratificado el acuerdo firmado el 19 de enero en Washington. Esperemos que en este caso no haya oposición intransigente ni más papista que el Papa, puesto que la impunidad es cáncer en la sociedad que la corrupción se encarga de hacer metástasis, es decir, regar la enfermedad por todo el tejido social, tal como se ha evidenciado en juntas directivas, funcionarios, directores, comandantes. Desde la altura llega el veneno que es necesario combatir con la mayor voluntad política, las estrategias definidas y todos los recursos necesarios. Sin impunidad comenzará a ceder la corrupción y sin esta habrá menos pobreza, más medicinas, más educación...