“Anteriormente me temblaban las faldas para poder hablar. Ahora ya no me tiemblan”, es la expresión con alto valor connotativo para señalar el avance del papel de la mujer en la sociedad, gran parte de la cual mostraba las garras del machismo que no han desaparecido, pero sí van en disminución en la medida en que hay mayor participación en la actividad social, el quehacer económico y el compromiso de las mujeres en el futuro del país.
La Asociación de Mujeres de Intibucá Renovadas (Amir), se ha incorporado plenamente a la defensa de la mujer mediante la participación en tareas productivas ligadas a la agricultura, así como a la formación de las asociaciones para estimular sus valores femeninos y la defensa de sus derechos humanos, ligados íntegramente al desarrollo individual, al bienestar familiar y a la cooperación y convivencia social.
Como un ejemplo de evidente de la eficacia del trabajo comunitario, LA PRENSA destacó el esfuerzo de las mujeres de Intibucá en la primera y abundante cosecha de papas con el respaldo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).
Hay para consumo en el hogar, para venta y para seleccionar las semillas de la próxima siembra en la que se contará con esta primera y prometedora experiencia.
Este y otros programas similares son los auténticamente existenciales de ayuda a las comunidades no aquellos asistenciales de dos semanas que consisten en dar cosas.
Y son apoyos como éste los que necesitan los hondureños para mantener la confianza que hoy, con los múltiples y agobiantes problemas, se ha casi evaporado dejando el desaliento y la desconfianza, pues quienes nos gobiernan no muestran la suficiente inteligencia y carecen de firme voluntad para priorizar acciones con actitudes positivas que abran el sendero del futuro si es que el presente, por razones claras y evidentes, se nos muestra adverso.
La transformación social y la persona como centro de gestión es lo que muestra la organización de mujeres lencas que se sienten el orgullo de la producción y productividad de la tierra, pero sobre todo de su responsabilidad compartida tanto en las agrupaciones comunitarias como en el hogar.
Y es precisamente en este último donde mayores han sido los logros tal y como lo expresa una de las integrantes de Amir.
“Me siento empoderada porque puedo decidir mis cosas, yo siembro, yo vendo y tengo mi poquito de ingreso económico y eso me ha ayudado bastante”.
Labrar la tierra, con el respaldo de quienes creen y defienden los derechos de la mujer, generalmente organismos externos, se ha convertido en fuente de posibilidades, mejoramiento de la calidad de vida y, sobre todo, fuerza eficaz para ir derrotando y desterrando el machismo tan fuerte en tierra adentro.