Maniqueísmos

Se proyectan como ungidos, Mesías, declarándose triunfantes prematuramente, con ello autoengañándose, sumiéndose en el ridículo al cocinar la liebre sin antes haberla cazado.

El percibir la realidad objetiva en términos extremos, descartando el hecho de que las personas somos mortales, de carne y hueso, falibles, y que las ideas cambian, sin ser inmutables, se transforman y cambian de acuerdo a coyunturas sociales, económicas, culturales, conduce al dogmatismo y la inflexibilidad en nuestras actuaciones y relaciones con nuestros semejantes.

Tal rigidez conductual e ideológica conduce a la incapacidad de dialogar, negociar, encontrar puntos intermedios convergentes, ubicándonos en un callejón sin salida, en desventaja, respecto a nuestros contendientes.

Tal intransigencia es hábilmente aprovechada por la competencia para ganar simpatías, adeptos, aliados, aprovechando nuestras percepciones y posicionamientos radicales. Estas afirmaciones son valederas tanto a lo interno de una nación como en las relaciones internacionales. El estar autoconvencidos que siempre, en todo momento y circunstancia, somos custodios --en exclusiva-- de la verdad, nos perjudica y debilita, en vez de haber acumulado fuerzas y energías para proseguir avanzando en las posiciones que deseamos transmitir.

Estas reflexiones vienen al caso al observar el desarrollo de la actual contienda electoral, en la que en mayor o menor grado, todos los aspirantes a cargos de elección popular se niegan a dialogar, en una grosera exhibición de arrogancia y soberbia, que lejos de captar simpatías y respaldos ciudadanos origina rechazos, restando en vez de sumando sufragios. Se proyectan como ungidos, Mesías, declarándose triunfantes prematuramente, con ello autoengañándose, sumiéndose en el ridículo al cocinar la liebre sin antes haberla cazado.

Se han sumergido en un mundo irreal, mal asesorados por inescrupulosos que tan solo buscan ganancias personales a costa de los candidatos. Al finalmente despertarse, encuentran que los sueños tan solo son eso: sueños de una noche fría y lluviosa, un anhelo onírico que no coincide con la dura realidad. Para entonces ya es demasiado tarde.

Y lo invertido, en recursos humanos y materiales, ha sido en vano. La ausencia de humildad, el pensamiento único que excluye admitir criterios divergentes con el nuestro, la arrogancia, han conducido al fracaso, al aprendizaje de lecciones que resulten en cambios significativos de enfoques, conductas, pensamientos, ya no víctimas de la polarización y la confrontación, que debilita y desprestigia.

Que sean las fuerzas centrípetas, no las centrífugas, las que eventualmente prevalezcan.

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